04 noviembre, 2012

NADIE AHÍ FUERA ME VE



Solitudine - Vettriano

Me viene hablar de ti y cierro los ojos, como si tal niño, con la íntima convicción de que nadie ahí fuera me ve. Y aún me oculto para vagabundear por esos atajos que a ti me conducen y deleitarme un rato contigo a solas. Porque, contigo a solas, me arrebujo en tu recuerdo y acontecen los pequeños milagros del amor. Es entonces cuando se detiene el reloj y también tu imagen se rezaga y consigo alcanzarte, tiro de tu mano y te llevo casi en volandas a un rincón algo retirado, recién descubierto y sin embargo predilecto, para comulgar de tus labios un tierno pétalo de vida...
Alguien dirá que es autocomplaciente este amor que solvento en mis dietarios, páginas que se suceden como olas mansas, batiendo en una orilla soleada de la añoranza; este amor templado y litúrgico, el amor que aloja en mi pecho cuanto me das y cabe. Alguien, incluso, dirá que este amor es irreal... Pero ambos sabemos que no es así. Y, cuando muestro una irisación de su fulgor, pienso que nada importa lo que el mundo juzgue; que nada, lo que se figure de esta alquimia que afina mis cuerdas íntimas y me obceca en dibujar de ti siquiera un rudo esbozo fragmentario. Sí, lo que eres y lo que significas, tu entrega, supone tanto...
Cae la tarde, caen las últimas hojas de un calendario otoñal y urbano y, a fuerza de añorarte, casi siento tu presencia: un aleteo en la mejilla, el besuqueo juguetón de una mariposa resplandecida que me acaricia un instante, y que luego marcha y revolotea vivaracha a mi alrededor... Entonces abro los ojos y observo la caligrafía reposada con que mi pluma inicia su incierto peregrinaje a través del papel. Tomo de ti un recuerdo prestado, la callada imploración que revelaba tu mano al rodear mi nuca antes de partir; casi llego a sentir tu aliento en mi cuello, de cerca que estás... Pero no te veo; y entorno de nuevo los párpados y vuelvo a aislarme, como si tal niño. Reparo en estas imágenes vaporosas, en que me viene hablar de ti, en que te pienso y lo escribo, y lo cuento... Y apuesto a que, cuando a ojos cerrados sonrío, nadie ahí fuera me ve. 

 
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