11 marzo, 2012

UNO Y LOS OTROS

La ciudad - Grosz

Pero, veamos: ¿adónde le conduciría a uno, el decirlo todo? ¿Acaso no vivimos instalados en la paradoja de ser y no ser, de hablar y callar, de estar y permanecer ausentes? ¿Qué y quiénes somos realmente, entonces? Los que hablan y ríen, los que miran, los que copulan, los que lloran, sienten, piensan; quienes mueren. En el ejercicio de su humana condición de ser, uno ha de caminar segregando jirones de sí mismo, inventando una estrategia moral para la vida, un estilo de supervivencia, el modo de estar, un lenguaje. De manera que parece oportuno mostrarse convencional ante los demás, revelar las propias coartadas y exhibir argumentos comprensibles, minimizando las defensas para ser admitido, como si tal igual, haciendo concesiones de palabra y actos a quienes le observan e interpelan. Uno, también, ha de enmascararse para habitar la temperie de zozobra en la que vive, para soportar el ruido del mundo, la ceguera abisal de sus extraños congéneres, a quienes ya apenas reconoce...
Es preciso ser considerado incluso con aquéllos a quienes no se ama, pues si realmente uno confesara abiertamente las razones últimas de cuanto cree, sostiene y defiende, se quedaría solo; incómoda, su propia sombra le rehuiría.

 
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