27 noviembre, 2011

HISTORIAS DEL SEÑOR KEUNER - Brecht

Desnudos en el bosque - Léger

El señor K. contemplaba un día una pintura que representaba ciertos objetos bastante caprichosamente.
—A algunos pintores —dijo— les ocurre lo mismo que a muchos filósofos cuando contemplan el mundo. Tanto se preocupan por la forma que se olvidan de la sustancia. En cierta ocasión, un jardinero con el que trabajaba me dio una podadora, con el encargo de que recortase un arbusto de laurel. El arbusto estaba plantado en un macetón y se empleaba en las fiestas como elemento decorativo. Había que darle forma esférica. Comencé por podar las ramas más largas, pero por más que me esforzaba en darle la forma apetecida, no conseguía ni siquiera aproximarme. Una vez me excedía en los cortes por un lado; otra vez, por el lado opuesto. Cuando por fin obtuve una esfera, resultó demasiado pequeña. El jardinero me comentó decepcionado: «Muy bien, la esfera ya la veo; pero, ¿dónde está el laurel?».

20 noviembre, 2011

TE ESPERO

Esplendor de otoño - Manzañido

Discurren, cortos y quebradizos, estos días de un noviembre terciado y, secretamente, te espero. Sí, te espero... Te espero como aguardando al alba, tras una noche prolongada; como al claro de luz, que se abre paso entre las nubes de una temperie tormentosa. Miro a ratos cómo el cielo deshoja sus lágrimas otoñales y siento el corazón rociado de serena expectación, mientras te espero. Y lo hago calladamente, recogido en mi otoño de hojarascas, entre los argumentos cotidianos que amenizan un nuevo ciclo de grises y ocres partituras, y despertando a esa vida que cada ochenta y seis mil cuatrocientos segundos rebrota inexplicable a mi alrededor. Y en las calles vacías de la tarde, de aire melancólico y terrazas recogidas, en los parques acolchados de hojas sin barrer, bajo una marquesina que me resguarda de la lluvia y el viento, ahí también te espero... Como te espero rodeado de mis sencillos tesoros de papel y vinilo, leyendo un libro bajo la lámpara de mi estudio o pasando a limpio estas notas, aparentemente abstraído, mientras disfraza el silencio de la noche alguna canción del viejo Voulzy. Como sea, dondequiera que me encuentre, te espero...
Y mientras te espero sé que, cuando hasta aquí te acerques, sonreiré viéndote llegar, te tenderé mis brazos, el pecho franco para atraerte contra mí. Y te ceñiré con delicadeza la cintura y caminaremos enlazados; te preguntaré un par de cosas intrascendentes y me dejaré acunar en tu mirada cada vez que me respondas. Parecerá que no ha transcurrido un solo día, desde la última vez... y me sabrás como siempre me sabes: concernido por la vida que vivo y por la que, sin exactamente vivir, me rodea. Y entonces te daré breve cuenta de ella y compartiré contigo esos espacios que, sin buscarlo, he ido creando: lo habitual en mis tanteos diarios y lo íntimamente necesario, lo que me ocupa y además involucra. Acaso llueva cuando aparezcas, y nos veamos corriendo, buscando guarecernos en cualquier café; o quizá el paseo sea tranquilo y se remanse en lo abierto de la ciudad, entre árboles pelados y bajo un cielo casi invernal pero amable, de seda rosa y pálida. Como quiera que entonces sea, te mostraré una vez más los refugios en que me abrigo, mis lugares penúltimos... y tú sonreirás, sin reprocharme que una vez más me repita. Y en algún momento, entonces, me volveré hacia ti y te robaré delicadamente el aliento, comulgando de tus labios una sonrisa y de tu mirada un cómplice silencio...

Y quizá, también, finalmente te hable de estos merodeos literarios que en algunas de mis noches te rondan, mientras paciente te espero, y termine confesándote mi obsesión por llegarte, por encontrar, cuando en ti pienso y para ti escribo, una palabra más radiante que radiante, más hermosa que hermosa... Después de todo, y si existiera, también para mí una palabra que sea más feliz que feliz.

13 noviembre, 2011

ROMPER INERCIAS

País - Xul Solar

Resulta que se nos echan encima las elecciones generales, mientras liquidan nuestros candidatos otra anodina campaña, desplegada ante un pueblo maltratado por el desempleo y las medidas anti-crisis, y necesitado de ver cambios reales y efectivos, lejos del deprimente espectáculo de los reproches y las propuestas oportunistas. Uno termina por concluir que llueve sobre mojado.
Pero que no se confíen, sin embargo, en que como electores nos conformaremos con el dudoso privilegio de votar con una ley electoral nada justa y dentro de un sistema de listas cerradas
que no responde a una democracia interna real. No, eso ya no vale; como no valen las viejas artes de prestidigitación, nuevamente exhibidas en esta última cruzada por el voto que padecemos, porque no son sino variaciones sobre un mismo y agotado tema. Como dicen los franceses, on connaît la chanson.
Huelga recordar a estas alturas que la soberanía de un pueblo democrático reside en su parlamento y que es ejercida por aquellos en quienes la ciudadanía deposita su confianza para que gobiernen. Sin embargo, gobernantes y partidos no parecen representar tanto a sus electores como a quienes les financian, sean la Banca, las Corporaciones o ese etéreo Mercado, tripulado por un omnipotente puñado de gestores de fondos de inversión que fomenta y encauza la crisis, en beneficio de los sectores más ricos. Hemos llegado a un punto en que no resulta disparatado afirmar que no gobiernan los políticos sino los financieros y que estos han provocado una especie de suspensión cautelar de la democracia, a la que, cada día más desesperados y perplejos, venimos asistiendo. Pero, mientras nuestros dirigentes parecen secuestrados, incapaces de ponerse de acuerdo para acotar el despotismo de los grandes especuladores, muchos nos preguntamos: ¿es que sólo cabe resignarse?

Personalmente, por más que no ponga cara a quienes operan en el cruento escenario de la usura globalizada y no esté a mi alcance coger de la pechera a un petimetre de esas impresentables Moody’s o Fitch o a un
broker de Goldman Sach, para pedirles cuentas por su inmoralidad y sus desmanes, tampoco puedo cruzarme de brazos. La crisis será general, de acuerdo, pero aquí y ahora, en estas elecciones, nos volvemos a jugar lo más cercano, lo nuestro, y ésta es una nueva oportunidad de poner en su sitio y exigir responsabilidades a quienes tendrían que, efectivamente, representarnos. Alguien escribió en una pancarta de la Puerta del Sol que ya no es tanto una cuestión de la izquierda contra la derecha, sino de los de abajo contra los de arriba. En parte, lo suscribo. Sin embargo, también es cierto que es hora de romper inercias y, pese a lo que auguren los sondeos electorales, es posible hacerlo. Afortunadamente, la gran conversación en que se ha ido convirtiendo el 15-M continúa viva. Hablar de la separación de poderes y de la no-prevalencia del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial, de la necesaria modificación de la ley electoral, de la reforma fiscal, de la persecución de la corrupción política, de la vigilancia y el control a los bancos, de repensar el futuro de instituciones como el Senado y otras, y un largo etcétera, está suponiendo un valioso y saludable ejercicio de cultura democrática de indiscutible vocación transformadora.
En nuestras manos (voten o no) está el evitar que se convierta en una verdad sin paliativos aquello que dijo Bukowski de que la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de recibir las órdenes.


06 noviembre, 2011

VACÍOS QUE LLENAN

Rincón del Gualdalquivir - Palomo Reina

Me sucedió, por ejemplo, con el cuadro de Palomo Reina que compré en 2006, el día en que se inauguró su exposición en la galería de Aitor Urdangarin. Allí fue lo usual de estos vernissages: copa de vino en una mano, en la otra un canapé, y las predecibles charletas por corrillos. Conversaba así con unos conocidos, cuando reparé en el cuadro que digo: una perspectiva del Guadalquivir, que incorpora la majestuosa nobleza del río, con matas de arbustos en ambas riberas y, alejadas del primer plano, cuatro solitarias barquitas bajo un cielo azul en el que se insinúan los primeros cárdenos del atardecer. El resto del lienzo agua, sólo agua. Hasta tal punto que, yo diría, esta es la particularidad del cuadro: la ausencia de un motivo, más allá del río, de su propio y magno caudal. Fue descubrirlo y, todo uno, quedar prendado por la armonía de esa gran masa de agua, el espacio vacío de elementos, la rotunda serenidad del paisaje. ¡Un amor a primera vista...! Entonces sondeé a mis consocios al respecto y uno de ellos opinó: «Demasiado río, ¿no crees? A mí me sobra la mitad inferior del cuadro.» Y, al escucharle, supe que era la fuerza que provenía precisamente de esa mitad inferior, la que me hacía desearlo. Una vez más, la sensación de conformidad y de plenitud me llegaba a través de lo que era un aparente vacío.
Acaso porque he ido abandonando la preocupación por rematar con ambages, por vestir los tiempos, por motivar cada uno de los horizontes que dan sabor a mis días, ciertos vacíos me seducen. Y relaciono esta idea con el mayor atractivo que asimismo descubro en la simplicidad y en la tersura, en la preeminencia diáfana, en la ausencia de retórica. Incluso acotarme entre paréntesis, y no hacer nada, me remunera con un calmoso bienestar. Por esto, cuando puedo invierto unos minutos en estar; en solamente estar. Porque en el vacío, pese a lo que pueda parecer, hay energía. Hay energía, como dice Salvador Pániker, “en cada efímero y eterno presente, donde todo nace y muere.”
Así rodaba, pues, esta tarde de sábado en la que, con Lorie Line de fondo, he permanecido durante un rato observando el bello retazo del Guadalquivir que tengo en casa, dejándome llenar por su extraordinaria y aparente vacuidad. Y ha sido entonces cuando me ha espoleado de improviso una de esas pulgas que, para Stanislas Lem, son las ideas, que saltan de uno a otro, pero no pican a todo el mundo. Conque he hecho un inciso y me he puesto a escribir lo que ahora ya concluyo: Una pincelada vespertina inspirada en ese oxígeno que enriquece también el vacío... y felizmente lo colma. El vacío, digo; sin más vueltas ni misterio.
 
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