12 junio, 2011

15-M: COMPROMISO Y PRUDENCIA

Conversación - Genovés

Vivimos semanas en los que se respira una atmósfera de ilusión en buena parte de la sociedad española. Una sociedad en la que la contestación ha aflorado con enorme fuerza, haciendo que miles de conciencias, que parecían entumecidas, estén viviendo un genuino despertar. Tan es así que la indignación se ha convertido en un valor que bulle febril entre la gente más joven, calando intensamente en todos los sectores sociales. Y se habla constantemente de los indignados, sí... Aunque ni estos son los primeros, ni los únicos. Desde la derecha más refractaria de este país hasta ciertos grupúsculos anti-sistema, diferentes frentes vienen mostrando una virulenta indignación con respecto a la política de los Gobiernos español y europeo, y su tan decepcionante gestión de una crisis provocada por la Banca y los Mercados. Cabría preguntarse, entonces: ¿cuál es el elemento diferenciador de este nuevo movimiento?
La indignación es básicamente una emoción y, como tal, nace de nuestra humana química; esa misma que ha movilizado a tanta gente apremiándola a tomar las plazas para protestar y reivindicar una democracia real ya. Afortunadamente, la energía de esta vivificante y multitudinaria expresión ha sido hasta el momento adecuadamente canalizada y el civismo protagonizado por quienes han tomado las calles está siendo mayormente ejemplar. Lo cual, en mi opinión, ya marca una diferencia, con respecto a otras indignaciones.
Pero, en este contexto, no sólo quienes parecen poseídos por una irritación ultramontana, también distintos medios de comunicación conservadores y situacionistas, ponen todo su celo en desacreditar las concentraciones y asambleas, las acampadas de perroflautas, aprovechando su incipiente descomposición y el previsible riesgo de que se vayan degenerando hasta su extinción, con el colateral desencanto de gran parte de la ciudadanía. Por eso, para continuar forjando la estructura que convierta esta corriente en una plataforma de reivindicación cohesionada, en un grupo de presión eficaz, va siendo hora de cambiar de estrategia. Nada surgirá de lo vivido, si la indignación no se transforma en compromiso. Compromiso activo para trabajar de un modo organizado, con disciplina, método... y prudencia.
La ocupación ha hecho visibles tanto una decepción profunda como la inequívoca exigencia de promover grandes cambios en la vida política actual, y el 15-M ha aglutinado a demasiada gente como para que sus impulsores puedan permitirse dar pasos en falso. Por esto, a partir de ahora, para hacer pedagogía no va a ser suficiente con estar en-contra-de o a-favor-de una idea o propuesta. Porque la calle crea vínculos mientras duran las emociones y las complicidades, pero, tras la retirada de los espacios públicos, todo ese ímpetu corre el riesgo de diluirse; algo que sólo se evitará si se impone el pragmatismo. Lo realmente necesario es continuar reflexionando, debatir, proponer, hacer... y todo ello desde la constancia, la serenidad y la mesura. Así puede entenderse el salir a la calle como un extraordinario medio de expresión reivindicativa, pero la enérgica protesta manifiesta en las plazas no servirá de gran cosa si no es trabajada a cubierto.
En fin, la indignación que muchos venimos sintiendo será un inestimable manantial de energía transformadora si se logra derivar hacia el compromiso. De ahí, la necesidad de elaborar propuestas creativas y audaces, pero también realistas y viables, que puedan ser comprendidas y apoyadas por amplios sectores de la ciudadanía. La capacidad de esperanzar es, sin lugar a dudas, otro elemento diferenciador de este prometedor movimiento. Y consolidarse su siguiente gran reto.
 
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