19 diciembre, 2010

IGUAL QUE EL AIRE

Mujer - Toffoletti

Por más que consagre una y cien noches a escribir sobre ti, no logro revelar ni el más leve matiz de lo que eres y representas. Lo busco, lo pruebo, y en cada intento se me apodera la certeza de no tener un solo pensamiento original con el que agradecer al cielo la dicha de haberte hallado... Pienso ahora en ello y deambulo por el desierto de este pliego, con la terquedad de un quijote desvariado, viendo cómo la magia de las palabras se me niega cuando persigo distinguirte y anhelo asir del viento el resplandor de vida que tu evocación desprende...
Y me repito a mí mismo: Cómo expresar una vez más que, igual que el aire, siempre estás; que eres el vaho que exhalo con los primeros fríos, y el agua de todas las lluvias que me mojan en otoño, y la luz última que hiende el cielo de este atardecer tan prematuro... Sí, que eres aire y agua, que eres luz, ¡cómo decirlo...! Porque como luz te presiento, sueño y nombro, cuando adivino tu sonrisa en el lago blanco en el que escribo... Y porque luz es incluso tu ausencia, ese otro ingenio tuyo de perdurarte a mi lado, el ardid que te traza en el aire como una nota de violoncelo y alienta mi voluntad más esteparia y me reconcilia con mi modo de ser lo que después de todo soy: un hombre en pie...
Tu luz permanece en mi ronda, tu luz corteja mis pasos y tu luz los guía... Pues así como la luna furtiva se anuncia, deslizando su reflejo en los charcos, lagos, ríos y mares, así tu imagen me frecuenta, indeleble y leal, brillando en cada uno de mis días.

 
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