26 septiembre, 2010

SECUELAS Y RETALES

Dinamismo de un perro con correa - Balla

PASIONES
El amor se nutre de su naturaleza perecedera,
en última instancia de su propia finitud.

CLASES SOCIALES
La indignación es la hermana culta del cabreo.

EN POSITIVO
Hay pérdidas de las que, finalmente, uno sale ganando.

VÍCTIMAS
Algunas víctimas son como esas sufridas letras,
dispuestas a dejarse clavar una tilde
con tal de cobrar protagonismo.

SER Y NO SER
Mi problema no es ser lo que soy
sino, lo que soy, no serlo bastante.

19 septiembre, 2010

EL ACEITE HIDRATANTE

Window seal - Silverman

La costumbre de hidratarme con aceite corporal, viene de cuando nació mi hija mayor. Lo compraba para ella, pero comencé yo también a dármelo en la ducha, por los brazos y piernas, el pecho y el vientre, mezclándolo con el agua que gotea por mi cuerpo, antes de secarme. Esto me costó un par de sustos, pues en alguna ocasión patiné al entrar en la bañera, con los restos de la anterior hidratación... Óscar me lo había reprochado, increpándome burdamente, con su manera habitual de tratarme y despreciarme, y yo ponía cuidado en limpiar cualquier invisible resto... Algún día me daré un morrazo, por tu puta manía de echarte esa mierda, y te juro por dios que te enterarás, me dijo una vez. Por ejemplo.
Ciertamente, no sé cómo me vino a la cabeza la idea, lo confieso. Aquel día yo estaba con muy mal cuerpo y tremendamente deprimida. No soportaba que me gritara e insultara, que me acosara hundiéndome su índice amenazador bajo la clavícula; y menos delante de las niñas. La noche anterior, por enésima vez, lo había vuelto a hacer: Me humilló, me empujó con fuerza y mantuvo su mano en mi cuello, durante unos segundos eternos, estrujándome contra la pared. Ahogué un grito, sentí que me asfixiaba... Hasta que me soltó y salió de casa llamándome puta, dando un portazo. Las niñas lloraban y fui a tranquilizarlas, tapándome con la mano el cuello, disimulando un miedo atroz. Por eso esperé en su habitación hasta que se durmieron. Luego le sentí llegar, aguardé a que se acostara... y después estuve sollozando en silencio un buen rato, sentada en el frío suelo del cuarto de baño.
No sé cómo me vino la idea a la cabeza, repito... Pero la materialicé. Sí, lo hice, yo. Y es que si escribo esto, aunque más tarde rompa y tire el papel, es porque llevo todo el día acordándome muy especialmente de él, de Óscar. Hoy, digo, porque justamente hace un año que murió. Sí, pobre desgraciado... Fue al día siguiente de la noche aquella en que casi me estrangula. Oí su despertador, yo no había pegado ojo, me mantuve rígida en la cama... Y, minutos después, sentí el ruido.
Fue en la bañera donde le encontré, a las siete y diez de la mañana. Desnucado.

12 septiembre, 2010

EN BTT JUNTO AL LOIRA

Tándem - Casas

Uno de estos días de vacaciones, hice una preciosa ruta en bicicleta junto al Loira, un río que me conquistó hace ya mucho tiempo y que, desde entonces, baña mi corazón. Tantas veces como lo he admirado, me ha regalado lo mejor de sus paisajes estacionales y su cambiante y preciosa luminosidad. Si uno se acerca por los alrededores de Angers, especialmente entre mayo y octubre, y tiene oportunidad de agenciarse una bici todo terreno, que no dude en comenzar a pedalear para disfrutar de los parajes que acompañan el curso del río, con sus pueblitos y sus fértiles vegas engalanadas de viñedos.
Arrancamos a primera hora de una tarde desde Bouchemaine, en La Pointe, el precioso lugar en el que el Maine y el Loira hermanan sus cauces, e hicimos, sin ninguna prisa, una veintena de kilómetros por lugares apenas visibles sobre el mapa, y con nombres lógicamente extraños para quien no conoce la zona, pero igualmente bellos y llenos de historia y encanto. Como, por ejemplo, Béhuard, con apenas doscientos habitantes, cuya coqueta capilla del siglo XV, construida sobre una roca, sirvió en numerosas ocasiones de refugio a la pequeña población, ante las crecidas del Loira. Merece ver su interior, una de cuyas paredes está constituida por el propio e irregular peñasco a la que permanece adherido.
De Béhuard, cruzando pistas seguras, perfectamente señalizadas, se puede acceder a la zona vitivinícola de Savennières y atravesar los viñedos que dan nombre a la denominación de unos espléndidos blancos, secos o dulces, estos últimos ideales para tomar como aperitivo o acompañando un foie-gras. Los esmerados rótulos que hacen referencia a los domaines (propiedades) y a los châteaux (casas de los viñedos, algunas verdaderos palacios), comenzaban a proliferar según cruzábamos la región. Dando un rodeo, llegamos a Chalonnes, una isleta del Loira, con una preciosa ribera (muy cerca de otro lugar con indudable encanto, Rochefort-sur-Loire), y desde la que regresamos para acabar en La Possonière. Allí pudimos repostar en una de las tan célebres guinguette francesas, una suerte de merenderos ubicados en las orillas de los ríos, donde se disfruta del ambiente francés más típico y tradicional, tomando y picando algo y, en los fines de semana, escuchando canciones populares, interpretadas normalmente por el tan clásico acordeón. La guinguette de La Possonière tiene de muy especial su enclave sobre el Loira. En ella, sentados alrededor de un velador, vimos morir la tarde, con un vino fresco y joven del país, mientras una vez más me dejaba embelesar por el río, disfrutando en esta ocasión de la serena y plateada luz con la que replicaba el paisaje de sus orillas...

05 septiembre, 2010

PLENITUD

Jardín de Giverny - Monet

Madrugué, porque mi sueño no entiende de vacaciones, y era un día cualquiera de la tercera semana del pasado agosto. Desde la terraza, vi cómo se asomaba un sol prometedor en el perfil del horizonte que enaltecen las cuatro torres de la ciudad. Frescor matinal, sumamente agradable, que luego remontaría hasta poco más allá de los 20º. Pura delicia de día, un auténtico regalo para una jornada que no tenía nada de particular. Recogí un poco la casa, limpié a fondo el frigorífico, fui hasta el Punto Verde con chismes de complicado reciclaje y me preparé una comida fresca y frugal... antes de ir a la piscina, para darme un chapuzón y tomar el sol. Sin prisa, con todo el tiempo del mundo. De lujo marujo.
Sobre la bici (en bermudas, la toalla al cuello), pedaleé hacia El Estadio por entre los formidables castaños de La Senda, casi vacía, con una sensación de bienestar creciente que me hacía respirar a fondo. Mis sentidos se habían puesto a tono, detectando la porción de vida que los envolvía. Recibí, capté sus mensajes... y recordé el escrito que hice sobre Nanou, hace un año, valiéndome de su fuerza y su encanto juvenil, para expresar la sensación de plenitud que he sentido en momentos puntuales de mi vida. Y si pensé en ello fue porque la energía insólita que esa mañana me invadía era la misma que pasé a limpio en aquellas líneas de entonces. Un gozo radiante me surcaba el pecho y el vientre, como una salva de aire, ensanchándose por mis brazos aferrados al manillar, mientras la brisa me acariciaba con alborozada confianza. Me mantuve suspenso, dejándome asaltar por una pleamar que me inundó de vida... Fueron unos pocos segundos, pero, cuando sucedía, deseé gritar de gozo. O cantar o brincar o sonreír o abrazar al primero que se me acercara... Y me pregunté: ¿Puede haber algo más parecido a la felicidad?
Probablemente una experiencia tan deliciosa puede ser explicada en términos de descargas del sistema nervioso (conexiones sinápticas y neurotransmisores, pura química), gestadas al haberse filtrado e interpretado muy positivamente los pequeños acontecimientos del día, las inmediatas experiencias cotidianas. Lo cierto es que, en esos momentos, uno se siente tan involucrado en la vida, tan concernido por ella, que se sabe parte de cuanto existe a su alrededor, sin que ningún pensamiento extraño llegue a importunarle. Durante unos instantes, es consciente de que todo es pleno, luminoso, armónicamente fluido. Se establece una conducción perfecta, una sintonía entre uno y su mundo inmediato; las cosas están en su sitio; y uno también, entre ellas.
Así sucedió mientras pedaleaba, en la soleada mañana de aquel día de la tercera semana de agosto. Y es la última vez que puedo contar que, durante un soplo de tiempo y de vida, sentí profundamente que era feliz.
 
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