25 julio, 2010

EL REY DE MUSTANG

Frec de Maloia - Cuixart

Quise un día ser monarca del reino de Mustang. Durante un tiempo, perseguí exiliarme de los fragores del mundo, más allá de las últimas montañas, cercado por cielos de una luz hepática y mortecina que los ojos humanos raramente alcanzan a ver. El último rey, el rey proscrito, el rey solo. Buscaba ser rajá de un pequeño feudo en el que mi corazón soportaría los más crudos climas, soberano de un territorio poblado por mil vientos heladores que arrastran consigo los lamentos de los dioses. Ingenuamente protegí mi dominio de las corrientes extranjeras y levanté muros de piedra suturando cada herida de aquella tierra yerma que sería mi gobierno...
Eso quise un día ser, el rey de Mustang. Pero, necio de mí, no supe renegar de mi plebeyo origen, de mi humana condición de amante. Así, cada atardecer resucité un episodio de mi vida anterior, descuidando el desfiladero de los recuerdos, por el que calladamente discurre un riachuelo de oro gris... Y fue, siguiendo su curso, por donde al caer de una tarde llegaste tú. Tú, entre mis evocaciones; tú que, inocentemente, burlabas mis defensas con tu reveladora presencia, humillada sin embargo ante mi fortificación absurda. ¡Iluso de mí...! Todos mis propósitos se truncaron, cuando te vi aparecer descalza, caminando sin urgencias, penetrando en el castillo de desechos que había erigido en torno al más inútil de mis empeños... ¡Ah, mi remoto reino de Mustang! Mi loco y estéril dominio, tomado en un solo asalto por ti, en la conmovedora luminiscencia del crepúsculo. Sí, allí, tú... la magia de la vida y la luz.

Hoy vuelvo la vista atrás y bendigo el día en que robaste mi mirada y, de tu mano, abandoné el viento glacial y las montañas más altas, para regresar al mundo real. Hoy, después de aquello, después de tanto... Sin embargo, también hoy, un resto de aquel frío virgen y acerado permanece todavía en mi interior. Es el poso del tiempo de expatriación, el aliento de mi pretérita locura... Descubro ante ti mis viejas cicatrices y sonrío. Camino a tu lado y sé que, pese a todo, siempre vivirá en mi más profunda entraña algo de eso que, imposiblemente, quise un día ser: el último rey del lejano, baldío y olvidado reino de Mustang.
 
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