10 enero, 2010

TRAZOS DEL VIEJO PINCEL

Junto al río - Vladimir

Es tu sonrisa incondicional, la que me transporta cuando escribo; es también tu modo de estar donde estás, el de aceptar que existe un orden inaccesible sobre ti en el universo del que formas parte, y la gratitud con que tu mirada declara amar la vida a pesar de la vida misma, y tu forma de cruzarte con la gente, de pertenecer a la gente, de ser la gente, y la de caminar en silencio a mi lado, mostrándome cuanto de ti ahora digo, mientras me tomas de la mano y recorremos las riberas de los ríos que embelesan nuestras almas.
Es tu manera de ser quien eres tú, la que me lleva a representarte cuando dejo tus ojos por un instante, porque miro al cielo y ahí estás, impresa en cada nube que arrastran estos días de pálida ventisca; tú, que eres la armonía en cada nota de ésta y mil composiciones, cada copo del invierno y cada hoja ausente del árbol que dejo atrás según paso. Tú que eres tú, más allá y más cerca de todo cuanto alcanzo a contemplar... Tú, siendo quien me infunde un soplo en los párpados y me despierta al amor, la mano que guía mi mano torpe y necesitada, la letra póstuma que se desliza como una caricia en el puntillo de mi pluma cuando escribo tu nombre, la tinta amante del verso moribundo...
Y tú, que también eres el haz de luz bendita que ilumina primeriza cada uno de mis días, tú, mi cielo, ese imposible amor de juventud latiendo en cada hierbajo del camino andado, eternamente tú... Y, en ti, cada uno de los trazos del viejo pincel con los que perpetro en la noche los más bellos paisajes de mis acuarelas angevinas...
 
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