24 enero, 2010

EL IMPERFECTO QUE SOY

Motas de polvo al sol - Hammershoi

Mi imperfección es magnífica. No hay gran cosa que por mis propios medios haga enteramente bien, y eso me convierte en un ser polifacético y entretenido, de vocación diletante. Soy un tipo mondo, pasable y del montón, alguien que transita inadvertido a paso de ciudad, con un aire equívocamente abstraído. Estoy compuesto de mil materias, y mi estúpido mérito es tenerlo en cuenta y derivar de ello ciertas consideraciones de orden práctico y vital. Como la de reconocerme plenamente en el ser híbrido que me habita: un puro mestizo, al parecer consistido en un 80% por agua, junto a millones de bacterias... y algo de vino los fines de semana. El resto me componen otras médulas cuyos ingredientes desconozco pero que, al científico entender, se renuevan total y cumplidamente cada pocos años.
He aquí entonces que, por esta evolutiva gracia, un ser nuevo saluda al mundo cada vez que tal renovación acaece y se deja ver por ahí, lanzando besos a la deriva. Sonrío, pues le conozco: Soy yo, dando cuenta una vez más del ser genuinamente imperfecto que alojo. ¡Ah, amigos: adoro esta certeza! La proclamo casi con orgullo, me siento ufano en mi hermosa condición. Advierto mis niveles de litio aceptablemente compensados y apuesto por ser capaz de perpetrar dos cosas a la vez, siempre y cuando una de ellas sea respirar. ¡Y vaya que lo hago! De manera que sigo escribiendo y respiro; respiro bien, a fondo y, aunque a ratos bufe mis ansias, siento que algo grande fluye en mi interior con insolente arrojo. Es mi encantadora imperfección, mi bendita inconsistencia humana, fuente de cuanto maquino, dispongo y creo. Sí, la protagonista de mis forcejeos con el mundo, la que cargo a expensas de un corazón arrítmico que le bombea voluntad, la toda y mucha voluntad con que me adhiero obstinadamente a la vida.
Imperfecto como pocos, tanto y tanto sin embargo: Hijo de remotas cenizas estelares, soy una mota de polvo dorada por un haz de luz, un soplo de aire a la vuelta de la esquina, el chispazo azaroso que me alumbró: esa milagrosa y bella deflagración que es cada átomo de vida... en medio de una oscura inmensidad.
 
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