31 enero, 2010

DERRELICTOS

Llanto - Guayasamín

Luisa, su mirada esquiva. Como un insecto en la telaraña, la culpa atrapada en sus pupilas. Palabras cuarteadas y resecas, anticipos del adiós más definitivo. He bebido vino desesperadamente, sin siquiera picar algo a la hora de comer. Después un resto de coñac. Salgamos del apartamento, dice, aquí me ahogo. Y nos vemos caminando por la playa desierta de enero, ambos, juntos, sin querer. Le imploro más que digo entonces: volvamos a ser los que fuimos; y me contesta: lo siento, Arturo, yo... ya sólo puedo mirar hacia delante. Luego, silencio; nuevamente el silencio. Palabras que languidecen moribundas, como las olas en la orilla; lágrimas abortadas en el mismo pertinaz, intolerable silencio. Debe hacer un frío que no llego a registrar, mientras anochece apresuradamente para los dos... Y de repente no quiero verla, es algo superior a mí, me aparto de ella y corro. Corro loco, borracho por la arena húmeda y apelmazada de la última luz. Solo, corro solo y desquiciado hacia la orilla, bajo las tinturas púrpuras y amarillentas del cielo deshilachado. Corro salpicándome entero, entre espumas de un mar violeta y negro, abocándome al vacío. Loco, borracho, tanto da. No me vuelvo, imagino que Luisa es apenas un bulto que se pierde tras de mí, empequeñecida, dura, oscura como un escarabajo en la arena gris, cada vez más lejana... Y entonces me rompo por el mismo eje y grito desgarrado. Porque nada tiene sentido. Grito ronco y fuerte, porque todo ha terminado, y la desesperación se me clava a conciencia en el pecho, como la tabla astillada de un batel desguazado. ¡Mierda!, grito. Ser los que fuimos, ¡Dios!, todo se ha perdido... Todo quedó allí, en algún lugar irrecuperable del pasado. Recuerdos confusos que flotan en el mar eterno, derrelictos de un naufragio. Todo se ha perdido, gimo. Me detengo jadeante, me hinco de rodillas en la arena fría, mojado una y otra vez por la estela infinita de las olas, y lloro. Se hace la noche, tanto da. Roto y borracho, yo, Arturo, sollozando entre vapores de salitre y alcohol. Roto, reventado, solo. Harto de todo. Luisa, Dios mío, ¡mierda...! Estoy loco y muerto. Tanto da todo, Dios, lloro; tanto da...

24 enero, 2010

EL IMPERFECTO QUE SOY

Motas de polvo al sol - Hammershoi

Mi imperfección es magnífica. No hay gran cosa que por mis propios medios haga enteramente bien, y eso me convierte en un ser polifacético y entretenido, de vocación diletante. Soy un tipo mondo, pasable y del montón, alguien que transita inadvertido a paso de ciudad, con un aire equívocamente abstraído. Estoy compuesto de mil materias, y mi estúpido mérito es tenerlo en cuenta y derivar de ello ciertas consideraciones de orden práctico y vital. Como la de reconocerme plenamente en el ser híbrido que me habita: un puro mestizo, al parecer consistido en un 80% por agua, junto a millones de bacterias... y algo de vino los fines de semana. El resto me componen otras médulas cuyos ingredientes desconozco pero que, al científico entender, se renuevan total y cumplidamente cada pocos años.
He aquí entonces que, por esta evolutiva gracia, un ser nuevo saluda al mundo cada vez que tal renovación acaece y se deja ver por ahí, lanzando besos a la deriva. Sonrío, pues le conozco: Soy yo, dando cuenta una vez más del ser genuinamente imperfecto que alojo. ¡Ah, amigos: adoro esta certeza! La proclamo casi con orgullo, me siento ufano en mi hermosa condición. Advierto mis niveles de litio aceptablemente compensados y apuesto por ser capaz de perpetrar dos cosas a la vez, siempre y cuando una de ellas sea respirar. ¡Y vaya que lo hago! De manera que sigo escribiendo y respiro; respiro bien, a fondo y, aunque a ratos bufe mis ansias, siento que algo grande fluye en mi interior con insolente arrojo. Es mi encantadora imperfección, mi bendita inconsistencia humana, fuente de cuanto maquino, dispongo y creo. Sí, la protagonista de mis forcejeos con el mundo, la que cargo a expensas de un corazón arrítmico que le bombea voluntad, la toda y mucha voluntad con que me adhiero obstinadamente a la vida.
Imperfecto como pocos, tanto y tanto sin embargo: Hijo de remotas cenizas estelares, soy una mota de polvo dorada por un haz de luz, un soplo de aire a la vuelta de la esquina, el chispazo azaroso que me alumbró: esa milagrosa y bella deflagración que es cada átomo de vida... en medio de una oscura inmensidad.

17 enero, 2010

DUEÑOS DEL FUTURO - Kundera

Margarette - Kiefer

La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto al amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad; el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro, sólo para cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia.

El libro de la risa y del olvido, Milan Kundera.

10 enero, 2010

TRAZOS DEL VIEJO PINCEL

Junto al río - Vladimir

Es tu sonrisa incondicional, la que me transporta cuando escribo; es también tu modo de estar donde estás, el de aceptar que existe un orden inaccesible sobre ti en el universo del que formas parte, y la gratitud con que tu mirada declara amar la vida a pesar de la vida misma, y tu forma de cruzarte con la gente, de pertenecer a la gente, de ser la gente, y la de caminar en silencio a mi lado, mostrándome cuanto de ti ahora digo, mientras me tomas de la mano y recorremos las riberas de los ríos que embelesan nuestras almas.
Es tu manera de ser quien eres tú, la que me lleva a representarte cuando dejo tus ojos por un instante, porque miro al cielo y ahí estás, impresa en cada nube que arrastran estos días de pálida ventisca; tú, que eres la armonía en cada nota de ésta y mil composiciones, cada copo del invierno y cada hoja ausente del árbol que dejo atrás según paso. Tú que eres tú, más allá y más cerca de todo cuanto alcanzo a contemplar... Tú, siendo quien me infunde un soplo en los párpados y me despierta al amor, la mano que guía mi mano torpe y necesitada, la letra póstuma que se desliza como una caricia en el puntillo de mi pluma cuando escribo tu nombre, la tinta amante del verso moribundo...
Y tú, que también eres el haz de luz bendita que ilumina primeriza cada uno de mis días, tú, mi cielo, ese imposible amor de juventud latiendo en cada hierbajo del camino andado, eternamente tú... Y, en ti, cada uno de los trazos del viejo pincel con los que perpetro en la noche los más bellos paisajes de mis acuarelas angevinas...

03 enero, 2010

DÉDALUS EN EL ALFÉIZAR

Portada: Lento nacer - Úbeda

Aproveché unos días de vacaciones, a primeros del pasado mes de diciembre, para recluirme en el pueblito del noroeste francés que frecuento, y terminar de dar forma al que viene a ser mi segundo libro en la red: Dédalus en el alféizar.
La idea de agrupar las entradas más personales de esta página y disponerlas en formato de libro (tanto en papel como digital, en pdf), se fue gestando cuando comencé a recibir algún que otro correo y comentario de gente amiga que me animaba a editar las Cartas a Miralles. Así se entenderá el enorme agradecimiento que siento hacia quienes me han empujado directa o indirectamente, no ya a publicar sino, por encima de todo, a seguir escribiendo. Este trabajo que ahora presento es así un fruto que debo dedicar a quienes habéis pasado una y otra vez, durante sus tres años de vida, por El alféizar. Y no exagero cuando afirmo que, de no haber sido por las visitas que esta página recibe, probablemente la hubiera cerrado tras un tiempo de haber ensayado la experiencia de introducirme en el mundo de los blogs.
Por ello, ahora más que nunca me reafirmo en la idea de que cualquier representación creativa, en tanto que comunicación humana, es un juego entre emisor y receptor que este último completa, otorgando definitivamente un sentido al acto creativo. Un cuadro es menos, si no hay quien lo mire. Del mismo modo, un texto, un relato o un poema no llegan a su plenitud si no existe un lector. Fue el poeta Paul Éluard quien dijo: «Después de todo, no soy sino la persona que habla. Pero, ¿qué habla a quién?»
Guarda relación con lo que digo, lo que hace unos días escribí a una amiga: «En todo caso, quiero que sepas que un puñado de gente como tú es la que me abre el bolso cuando llego al bar, me ofrece mi propia pluma, me planta delante una servilleta de papel y, mientras aún humea el café sobre el velador, me dice con una sonrisa: "Venga, tío, dale..." Y no sabes lo importante que, para mí, es esto.»
Gracias, una vez más, a todas y todos quienes con una admirable lealtad estáis ahí mismo, al otro lado de la pantalla.

Juanan Urkijo Azkarate.

P.S. Accediendo al vínculo de la imagen de la portada de Dédalus en el alféizar, que figura en el encabezamiento o al del menú lateral del blog, se puede descargar gratuitamente la versión en formato pdf o bien encargar el libro en papel, a precio de coste en Bubok más los gastos de envío.
Más información en: JVJ Ed

 
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