23 septiembre, 2007

ACERCA DE DIOS

Golconda - Magritte

He soñado que es real lo que siento, que es también cierto lo que soy y tengo. Por eso necesitaba verificar el correcto ejercicio de cada uno de mis sentidos. Están trotados por el uso, pero aparentemente todo funciona... Luego concluyo que no me engaño, que es así: Tengo la dicha de contar conmigo mismo, de aceptar mis limitaciones, de vivir con mis domésticas perplejidades, con mis cortedades y defectos... Soy un ser suficientemente libre como para apreciar el valor de las pequeñas cosas, mis servidumbres no me ciegan, tengo cuatro certezas sobre la vida y un puñado de amigos con quienes exprimirla. Todo ello es así de real, tan real que necesito una vez mostrar mi agradecimiento...
Quizá por esto que comento, en cierto modo hoy he extrañado a Dios: ese punto lejano, una entelequia, el inmotivado presentimiento de trascendencia que escoltó al adolescente aquél que fui, y le he buscado entre los amarillentos papeles que machacaba frenéticamente mi vieja Olivetti: Varios poemas desgarrados y un cuento para la reconciliación... Esto es supuestamente todo, acerca de Dios. Registro mi alma con relativo apremio y recuerdo que, entonces, lo tenía presente para pedirle por aquellos a quienes quería... Pero ahora él ya no está; sencillamente se fue, tan siempre a lo suyo como andaba, ensimismado en sus cuitas de hipocondríaco creador de un imperfecto cosmos.
No sé si Dios es la manera humana de denominar a la ausencia; tampoco sé si, como representación, no es mucho más que otro ídolo al que adorar... Pero lo cierto es que, si aún existiera, allá, dondequiera que se encuentre, sabe que nunca le expulsé de mi modesto paraíso. Él pecó de olvido y tomó su decisión, ambos lo sabemos. Desde entonces, supongo que también a ambos, nos va mejor. Y si alguna vez hemos sentido la tentación de reencontrarnos, ha sido en los lugares y de los modos más insospechados... Con lo que, como era de esperar, no hemos coincidido. Él me habrá buscado para intimarme alguna de sus viejas Verdades. Yo, más de una vez, porque quería engancharle de la pechera y pedirle cuentas sobre asuntos que, sobre el mundo, tendré con él eternamente pendientes. O porque, como hoy, le haría partícipe de esta gratitud que siento por cuanto la vida me viene dando, que es tanto...
De modo que sí, como decía: todo esto es real, lo que siento y mi agradecimiento. Y para una vez que quería tomarme una copa con Dios, resulta que hoy tampoco despacha. Seguimos sin ajustar nuestros credos vitales, qué se le va a hacer. Yo cada cierto tiempo lo intento, lo de vernos; y no precisamente cuando truena. Pero es que él es así de ausente, un tipo dimitido que antes de desertar delegó sus asuntos en hombres ineptos e ineficaces. Que no viene a ser sino una cómoda manera de enmascarar su eterno silencio, eso de delegar.
En fin, que lo que yo buscaba es mostrar mi gratitud. En fin, que, de algún modo, es lo que estoy haciendo. Y, en fin, que la esparzo pues por este extraño éter de códigos binarios, por si valieran mis cuatro letras para contagiar a alguien una migaja de esperanza. De esperanza, sí, incluso para el mismo Dios, si es que está en horas bajas, precisamente para él, que de estos espacios imposibles sabe tanto... Tanto, tanto.
 
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