08 julio, 2007

UN LUGAR EN EL MUNDO

Atlas (Chema Madoz)

Hace unos días, un amiguete me preguntaba cuál sería mi sitio y época ideal para vivir. Sin casi pensarlo, le contesté que mi lugar en el mundo es este en el que estoy, y que mi tiempo es el de ahora. Porque, si bien yo no decidí por mí mismo cuándo aparecer aquí, y muchas de las condiciones de mi vida me fueron dadas, cuando no impuestas, también es verdad que he ido haciendo de mí un poco lo que he podido y, otro tanto, lo que he querido. Por todo ello, le dije, acepto de buen grado estar donde estoy, en este irrepetible momento...
Yo era un crío cuando lo del mayo francés; por eso fue bastante más tarde cuando me interesó, hasta estudiarlo. Recuerdo a Daniel Cohn-Bendit, arengando a los estudiantes con sus originales y rotundas proclamas. Me parecía tan contundente el derecho a querer un mundo nuevo, tan lleno de rebeldía e insumisión, que lo hice mío durante tiempo, canalizándolo hacia la no-violencia y hacia la objeción de conciencia al servicio militar, por entonces obligatorio.
El mundo... A los veinte, todos hemos querido cambiarlo. Ahora, cruzado el ecuador de mi existencia, lucho por tenerme en pie, no sea que precisamente el mundo me tumbe. Y me defiendo de su turbulenta marea con un arrebatado pundonor.
Por todo, acepto que mi lugar sea éste. Mis coordenadas geográficas y vitales me hacen sentirme un privilegiado, pues las probabilidades que tenía de haber sido un indigente eran extraordinariamente mayores... De modo que, agradecido quedo a esa tornadiza Providencia que me dota de una condición que en nada me hace distinto de mis hermanos más alejados en latitudes, razas, costumbres y credos; agradecido quedo, también, al poder afirmar que mi lugar en el mundo es el de cada día cuando me levanto y salgo a trabajar, a batirme el cobre por continuar creciendo junto a quienes me rodean y darles (dentro de mis limitaciones) algo de mí, de cuanto puedo y tengo... Sin perder de vista que un mundo mejor que éste es posible, y que yo formo parte del de hoy, y que, en este sentido, estoy moralmente obligado a hacer algo, por quienes, incluso estando a mi lado, no disfrutan de la enorme suerte que, después de todo, a la mayoría de nosotros nos sonríe.

 
ir arriba