31 mayo, 2007

LO QUE QUEDA POR VIVIR - Neruda

Mujer con sombrilla - Renoir

LO QUE QUEDA POR VIVIR


Para que no crean que voy a morirme,

me pasa todo lo contrario,

sucede que voy a vivirme,

sucede que soy y que sigo.


Se trata de que tanto he vivido

que quiero vivir otro tanto.


Pablo Neruda


23 mayo, 2007

LEVANTAR ACTA

Cativo - Klee

Me levanté el pasado sábado de buena mañana y, apurando un café, pergeñaba un par de planes para la jornada cuando se me insinuó repentina una cierta necesidad de ponerme a escribir. Escribir, eso es, como un acto habitual más, nuevamente escribir. Me preguntaba entonces por qué siento que debo hacerlo; deber, como imperativo vital. Y dejando un poso de aguachirle en el fondo de la taza, cogí papel y un boli que tenía a mano, sin mayor propósito que escribir buscando saber por qué lo hago...
Pues bien, he aquí la cuestión y también he aquí la probable respuesta que se me reveló: Escribo sencillamente porque me ayuda a vivir. Y lo puse y lo digo así, con rotundidad, porque sé que al escribir, de algún modo, trasciendo sobre mi propia existencia. Pero, trascender, entendámonos, no en términos de perpetuarme (¡pobre de mí!), no como un modo de acceder a la Historia (después de todo, también cabría preguntarse: ¿y quién era ese tal Cervantes?). No. Cuando digo trascender, pienso en ensancharme sobre el presente, que se me escapa, en atrapar el ahora mismo en el que eternamente se desarrolla mi vida. Porque comencé a escribir cuando para mí era el momento presente y continúo haciéndolo en el que es mi momento presente. Será el momento presente, también, cuando ponga punto final a estas líneas...
Y es que soy ahora. Tal vez parezca insólito, pero esto es así.
—¿Usted escribe para la posteridad? —le preguntó un periodista a Groucho Marx.
A lo que éste contestó:
—La posteridad, la posteridad... Dígame, por favor: ¿qué ha hecho por mí la posteridad?
El tiempo que siento, el que vivo en lo cotidiano, me lleva a rehacerme constantemente. Mi pasado nunca es el mismo, se hace distinto cada día que transcurre. Y siento la necesidad de dejar constancia de ello, de dar fe de haberlo vivido y de confirmar que estoy vivo. Quizá por esto, algo en mi interior me emplaza a levantar acta del acontecer de mis días, del eterno devenir que decía Heráclito. Quizá por eso me ensayo en esta página abierta, mientras desnudo mi miedo (un miedo doméstico y familiar) a aventurarme en el cielo atormentado de otras empresas de mayor calado...
Y quizá por esto, también y una vez más, cobra sentido aquel epigrama que un día apunté de corrido en mi libreta de notas, cuando me aseveraba a mí mismo que siento la necesidad de escribir, cada vez que el alma me pide a gritos un espejo.

12 mayo, 2007

SOBRE HABLAR Y CALLAR

Noche de fiesta - Cain.


Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien,
ni la ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca.

JEAN de la BRUYÈRE.


Existen dos tipos de personas que no dicen mucho:
las que no hablan y las que hablan demasiado.
LEIN AN-JAI.

A quien habla mal a mis espaldas, mi culo le contempla.
WINSTON CHURCHILL.

Callando es como se aprende a escuchar;
escuchando es como se aprende a hablar;
y, luego, hablando se aprende a callar.
DIÓGENES.

Dos buenas maneras de molestar a los otros son:
hablarles con la boca llena y hablarles con la cabeza vacía.
LEÓN DAUDÍ.

Hay personas que hablan y hablan...
hasta que encuentran algo que decir.
SACHA GUITRY.

Se necesitan dos años para aprender a hablar
y sesenta para aprender a callar.
ERNEST HEMINGWAY.

Es mejor estar callado y parecer tonto,
que hablar y despejar las dudas definitivamente.
GROUCHO MARX.

Si la gente sólo hablara cuando tuviera algo que decir,
el ser humano perdería muy pronto el uso del lenguaje.
WILLIAM SOMERSET MAUGHAM.

Siempre me llama la atención que alguien hable
de cosas de las que entiende.
WIM WENDERS.

A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo
y soy tan inteligente que, en ocasiones,
no entiendo ni una palabra de lo que me digo.
OSCAR WILDE.


09 mayo, 2007

APRENDER A SER FELIZ (I, II y III)

Las 11 a.m. - Hopper

Al parecer, la felicidad está condicionada por ciertas características de la personalidad, de una elección o de una actitud que pueden ser modificadas mediante el aprendizaje. Analizando características de gente que se considera feliz, Michael Fordyce elaboró un programa de formación para la felicidad centrado en determinados rasgos fundamentales que he intentado resumir. No se trata, desde luego, de aportar recetas (que no hay), sino de ofrecer ciertos puntos de reflexión. El principio en el que se inspira el trabajo de Fordyce es sencillo: Si uno puede ser como es la gente feliz, podrá también ser feliz. La felicidad se puede aprender...

Ser más activo y permanecer ocupado
.La gente feliz se implica activamente en la vida y pasa más tiempo que las demás personas realizando tareas que le resultan agradables y entretenidas. Una vida activa genera más felicidad que una vida pasiva, lo cual viene a acentuar los contrastes existentes entre la vida llena, activa y placentera, propia de la gente feliz, y la vida tensa y crispada de la gente infeliz o incluso la vida inactiva y aburrida de otros.
Dedicar más tiempo a la vida social. Los vínculos sociales son fundamentales. La gente feliz participa en actividades tanto formales (organizaciones, clubes) como informales (amigos, colegas de trabajo, familia extensa). Estas interacciones contribuyen a crear sentimientos de satisfacción, mantenimiento y pertenencia que se suman a la sensación general de bienestar.
Ser productivo en un trabajo satisfactorio. La felicidad se asocia a menudo con un trabajo destacado y una actividad productiva. La satisfacción de vivir parece estar vinculada a un empleo agradable.
Organizarse mejor. Alguien feliz se organiza bien, no deja asuntos para otro día, es eficaz y se planifica. Su capacidad organizativa no se manifiesta sólo en su visión cotidiana de la vida, sino también en sus proyectos a medio y largo plazo y en su sentido de la orientación vital.
Evitar el agobio. La felicidad de uno es inversamente proporcional a la cantidad de tiempo que dedica a pensamientos negativos. Así, la inquietud es enemiga de la felicidad; esto aunque la mayoría de las inquietudes no se cumplen nunca y la mayoría de las preocupaciones superan, a menudo, la capacidad de control de una persona. El equilibrio entre una planificación adecuada y una inquietud mínima, favorece un buen porcentaje de éxito en la vida y un mínimo de pensamientos desagradables y de coerción mental.
Adecuar correctamente las expectativas y las aspiraciones
: Nuestra felicidad no descansa únicamente en lo que nos ocurre, sino también en lo que anticipamos. Las expectativas, las aspiraciones y el éxito repercuten en la felicidad:

Las expectativas demasiado elevadas rara vez se cumplen y suelen generar decepción; en cambio, expectativas moderadas suelen conducir a una satisfacción mayor de la prevista.
Nuestra cultura sobreestima el protagonismo que ejerce el éxito en la felicidad. Incluso aunque el éxito parezca incidir en ella, su impacto y efecto a largo plazo es menor, cuando se compara con factores más influyentes, como la calidad de la vida familiar y social.
Se considera equivocadamente que la felicidad es resultado de una vida exitosa y, dado que el éxito se alcanza tras años de sacrificio y trabajo, la gente percibe la felicidad como algo que tuviera que remitir para más tarde, en espera de que ese éxito se cumpla. La gente feliz no cae en esa trampa cultural; no espera la oportunidad de ser feliz. Considera la felicidad como una especie de viaje, más que como un lugar al que llegar. El secreto de una vida más feliz descansa generalmente en el presente y no en un futuro incierto y continuamente pospuesto.
Alguien feliz logra lo que quiere porque quiere aquello que es capaz de lograr. Escoge objetivos a su alcance, obteniendo así logro tras logro. La gente infeliz alberga ambiciones imposibles de alcanzar y percibe su vida como una cadena de fracasos. La felicidad está asociada más a éxitos en la consecución de objetivos alcanzables, que a fracasos obtenidos por buscar imposibles.
Desarrollar un pensamiento positivo y optimista: Una mentalidad positiva y optimista es quizá el rasgo más característico de la gente feliz.
El optimismo es una interpretación positiva de los acontecimientos. Lo que determina la felicidad no es lo que se tiene, sino cómo se percibe lo que se tiene.
El optimismo es una actitud perceptiva que centra la atención de alguien. Una persona termina por lograr lo que busca. En el mundo se producen suficientes cosas buenas y suficientes malas como para permitir a cada uno concentrar sus preocupaciones sobre cada una de esas realidades. Si alguien busca cosas negativas en la vida, dispondrá de suficiente material para hacerlo, lo cual también sirve para los asuntos felices.
El optimismo es una predicción que se realiza por sí misma. Si uno trata de que algo funcione bien, su propio comportamiento aumentará la probabilidad de conseguirlo.
El optimismo es una creencia del tipo «Ocurra lo que ocurra, será para bien». La interpretación puede acabar siendo más fuerte que la realidad. Sea cual sea la circunstancia, las emociones de una persona no deben ser necesariamente dictadas por la situación. Una persona es siempre (potencialmente) libre de escoger hasta qué punto se va a sentir feliz.
Estar centrado en el presente: Las personas felices se vuelcan en el presente y parecen extraer el máximo placer de las oportunidades cotidianas. La felicidad se encuentra más fácilmente en el aquí y ahora. La gente feliz valora más sus días que la infeliz, sobre todo porque su atención no está teñida por los pesares y lamentaciones del pasado o por las incertidumbres del futuro.
Trabajar en busca de una personalidad sana: La gente feliz se encuentra mentalmente sana y más libre que la población en general de padecer cualquier padecimiento psicológico. Se ama (tiene un concepto positivo de sí mismo), se acepta (adecuándose a sus imperfecciones e insuficiencias personales), se conoce (con lo que toma decisiones adecuadas), se ayuda (tiene costumbres y capacidades de auto-suficiencia que le permiten alcanzar el éxito en la vida de un modo autónomo).
Desarrollar una personalidad atractiva: La felicidad parece ser más acentuada en quienes gozan de una vida social activa, con una personalidad atractiva, tanto en el plano cognitivo como en el plano del comportamiento.
Ser uno mismo: Las personas felices tienden a seguir siendo ellas mismas. Términos como natural, espontáneo, auténtico, sincero, honrado, expresivo, franco, leal, abierto, tienen que ver con este hecho. La autenticidad es particularmente importante en el amor y la amistad: Cuando alguien se expresa honradamente, las cosas suelen funcionar más a menudo a su favor que en el caso contrario. Para encontrar gente que pueda amarnos tal como somos, tendremos que presentarnos tal como somos desde el primer momento. Además, los lazos de la pareja y de la familia parecen ser la fuente de felicidad más importante, independientemente de la renta o el nivel social.
Reflexionar sobre la felicidad: La gente más feliz atribuye mayor importancia a la felicidad, de lo que lo hacen otras personas. Además, parece haber reflexionado mucho sobre el tema, tiene una intuición penetrante sobre las fuentes fundamentales de la felicidad, una mayor sensibilidad para con las emociones felices y una mejor apreciación de éstas en su vida. El logro de felicidad puede estar estrechamente ligado a la importancia del deseo de ser feliz y al valor que cada cual le atribuye. En este sentido, es un objetivo posible, nada diferente de otros objetivos que una persona pudiera plantearse. La persona que tiene más oportunidades de alcanzarla es aquélla que piensa en su objetivo y que lo ha analizado exhaustivamente, aquélla que realiza mayores esfuerzos y aquélla, sobre todo, que posee una información acertada sobre el modo de lograrlo.

06 mayo, 2007

MAETERLINCK


«Apenas expresamos algo lo empobrecemos singularmente.
Creemos que nos hemos sumergido
en las profundidades de los abismos,
y cuando volvemos a la superficie la gota de agua
que pende de la pálida punta de nuestros dedos
ya no se parece al mar de que procede.
Creemos que hemos descubierto en una gruta maravillosos tesoros
y cuando volvemos a la luz del día
sólo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio;
y sin embargo en las tinieblas relumbra aún, inmutable, el tesoro.»


El escritor Maurice Maeterlinck nació en Gante (Bélgica),
el 29 de agosto de 1862,
y murió cerca de Niza, el día 6 de mayo de 1949.

*****

(Fotografías de Aletxu Epelde: Cielos de White Sands, en Nuevo México)

01 mayo, 2007

ALLÍ, JUNTO AL MAR

Ventana al mar - Hooper

He estado descansando unos días en Creixell, un pueblito mediterráneo de la costa tarraconense. Allí la primavera es más templada que en el norte, pero también encubre sus sobresaltos: esas repentinas tormentas que asaltan violentamente los caminos pedregosos de tierra rojiza, los pinos, olivos y algarrobos, las matas de arrayanes. Allí me fui casi con lo puesto, además del libro que ahora leo, mi bloc de notas, unos ejercicios de inglés que no he tocado (los de mi quinta le dimos al franchute) y apenas algo más. También música, para sazonar el viaje. Pero sin ordenador ni correo, sin la agenda del trabajo, sin horarios, he estado mejor que bien. Allí, con Pere y Lilí, mis aliados. Y es que lo fantástico de la vacación fuera de temporada, y en un lugar junto al mar, es que el propio tiempo se remansa y uno se siente invitado a zambullirse en esa atmósfera que acicala el incesante lamido de las olas en la arena, en su visión inmensa, en el inagotable susurro de sus entrañas...
Decía Rubén Darío que definir es limitar, y yo añado que definir las sensaciones, los sentimientos, nos lleva a reducirlos, a simplificarlos. Por eso, describir lo que he sentido ante el mar gris, turquesa o turbiamente atormentado que he contemplado en este final de abril, puede parecer que está de más. Como casi lo estuvo, y hasta resultó arrogante por mi parte, escribir hace unos días sobre la sakura de los cerezos, que únicamente figuré gracias a la literatura y a las fotografías. Sin embargo, si lo hice y lo hago es porque tal vez todo está en mirar las cosas, sentirlas y, cuando no, imaginarlas... A partir de lo cual uno se nota complacido, pues encuentra una espléndida remuneración espiritual que compensa el sacrificio impuesto por la rutina del día a día.
Así es que he estado allí, y lo cuento: Llego bien respirado, tras dejarme llevar casi al ritmo de las olas... absolutamente despierto ante lo que se me ofrecía.
Despierto, sí. Creo que no aspiro a mucho más, que no sea a permanecer despierto... incluso a destiempo, fuera de inventario y de sazón; fuera de temporada. También cuando estoy a solas y me miro al espejo, las patas de gallo en las comisuras de los ojos, la frente más que despejada, el tránsito del tiempo afincándose en mi rostro. Sí, un hombre despierto. Porque así podré dar cuenta de lo que veo, de lo que siento y pienso, de lo que hago, por insustancial que parezca, aunque sólo sea ver-sentir-pensar-hacer, el haber estado unos días en un pueblito mediterráneo, de la costa catalana; haber estado, sin más, allí, junto al mar... De donde he vuelto recargado y, por cierto, con la idea reforzada de que lo que no me compete, me incumbe.
Y de que, no en vano, y sobre todas las cosas, me sigue concerniendo la vida.
 
ir arriba