30 diciembre, 2007

TODO A PULMÓN

El abrazo - Genovés

Me vais a consentir, siquiera por hoy, que cierre el año con esperanza pero también con una lágrima. La última que desembalsaron mis ojos, ayer mismo, escuchando por enésima vez Todo a pulmón, la preciosa canción de Alejandro Lerner, que interpretó como nadie Miguel Ríos. Algo tan universal como la lucha por vivir nos identifica a la gran mayoría de quienes nos encontramos a diario, trabajamos hombro con hombro, nos tocamos y sonreímos, nos leemos y nos llamamos mutuamente por nuestro nombre. Esa pelea tan cotidiana nos retrata y sé que, siendo así, también termina uniéndonos sobre todas las cosas.
Por ese motivo y porque, de un modo que aún me sorprende, siento que os quiero, deseo fervientemente que entréis pletóricos de vida en el nuevo año. Y que lo hagáis con fe, a pesar de que en ocasiones se nos haga difícil mantenernos en este viaje y el esfuerzo requiera que lo entreguemos todo, todo a pulmón.
Gracias por vuestra maravillosa complicidad; os abrazo, y lo hago sin fisuras, de corazón.

23 diciembre, 2007

UN LUGAR EN EL UNIVERSO

Noche Estrellada - Van Gogh

Sé que existe un lugar en el Universo, en el que se amontonan desordenadamente las cosas bellas que no hemos sido capaces de dar. Un remoto rincón, que nadie cuida, repleto de buenos deseos que se ahuyentaron de nuestro aliento, de sonrisas furtivamente desleídas, de miradas extraviadas hacia ningún lugar y lágrimas contenidas que salaron nuestros ojos; un territorio atestado de caricias que nunca rozaron piel alguna, de abrazos que agonizaban poco antes de nacer, de balsámicas palabras que se suicidaron en nuestra garganta, despeñadas inútilmente en la oscuridad de un improductivo silencio.
Tal vez Dios efectivamente descansó aquel séptimo día, después de crear un Paraíso perfecto para un hombre y una mujer imperfectos; y supongo que desde entonces, en el lugar recóndito del que te hablo —acaso no lejos del asteroide B-612 de El Principito—, continúan acumulándose sin tregua ni concierto las sencillas historias cotidianas de amor y ternura que, abortadas por nuestra humana mezquindad, no nos hemos consentido vivir... Quizá, entonces, porque me resisto más que nunca a seguir perdiendo cuanto no sé o acierto a dar o compartir, hoy pretendo nombrarte de manera especial. Llevo un tiempo asomándome al mundo desde este alféizar y, consciente de lo mucho que te debo, he sentido la necesidad de hacerte presente, según me he levantado temprano para recuperar este texto, escrito a medias y olvidado en la oscuridad de un cajón. Después, mentalmente he configurado una lista que te incluye: la de los de casa, la de mis amigas y amigos, la de quienes dejáis vuestros entrañables comentarios y correos o anónimamente transitáis entre las líneas que milagrosamente traduce en palabras este complejo sistema de signos y guarismos que nos enlaza. He pensado en ti, y he salido de buena mañana a darme un dominical paseo con un humor estupendo, decidido a compartir contigo este sentimiento íntimo de ilusión por vivir...
Por todo esto, quiero ahora significarte y darte las gracias, porque me animas a no enviar las cosas que buenamente puedo dar, a ese retiro del universo del que al principio te hablaba: un lugar ignoto que no estará muy lejos del asteroide que un día abandonó el Principito y al que finalmente hubo de regresar, para seguir cuidando su delicada flor... Ese maravilloso Principito que todos y todas alguna vez hemos sido, y cuya feliz ingenuidad probablemente, todavía hoy, cobijamos en algún rincón soleado de nuestro corazón.

16 diciembre, 2007

LOS OJOS MÁS BELLOS - G. Ruano

Estación de Saint Nazare - Monet

«Esta vida me ha enseñado que no hay que insistir sobre la belleza de las tierras, de las criaturas ni de las cosas. Que debería uno tener el valor estético de ser siempre y en todo viajero, sólo viajero, porque al final el mejor recuerdo es el de aquello que no se tuvo nunca, y los ojos más bellos fueron los ojos que en una madrugada lívida vimos desde nuestro vagón de ferrocarril, en la ventanilla de otro tren que se cruzaba irremisiblemente con el nuestro.»

César González Ruano (Madrid, 1903-1965)

02 diciembre, 2007

ÚBEDA

Lento Nacer - Agustín Úbeda

No hay nada más lejos de mi intención que convertir esta página en una especie de recurrente obituario, pero los acontecimientos, de algún modo, me vienen a encarecer el obligado recordatorio de hoy. La casualidad quiso que Modest Cuixart y Agustín Úbeda, dos de los pintores españoles actuales que más admiro, no sólo nacieran en el mismo año (1925) sino que también fallecieran con apenas un mes de diferencia. Si hace bien poco recordaba al primero, hoy traigo aquí a Úbeda, que ha muerto el pasado día 27 de noviembre, muy cerca de cumplir su 83 aniversario.
Tuve el placer de conocerle personalmente, hace ahora siete años, en la que fue su segunda exposición en la galería de Aitor Urdangarín, de Vitoria. Me pareció una persona afable y campechana, que tenía un modo de pintar, un poco al estilo onírico y casi surrealista de Chagall que, desde que fui conociendo su obra, me encantó. Lo suficiente como para centrar mis esfuerzos (económicos) en adquirir uno de sus cuadros, algo que llegó algún tiempo después. Y es que el regalo que me hice hace una década, por dejar de fumar, fue el de dedicar todo aquel dinero que ya no gastaría en tabaco, a darme el capricho de tener algo que siempre me ha cautivado: la pintura. Úbeda fue mi primer objetivo cumplido, y por esto, también, le guardo un especial cariño. A raíz de aquella compra, mantuve cierta relación con él (nos felicitábamos las navidades) y precisamente guardaba la ilusión de volverle a ver... porque en este mes de diciembre está prevista la inauguración de una nueva exposición suya en la galería de Aitor. Lamentablemente, Agustín Úbeda ya no estará en la presentación, como en otras ocasiones, tomando un vino y departiendo con sus admiradores. Permanece su obra, en un montón de paredes, de galerías y museos (más de 60) del mundo.
En su recuerdo, me complace enormemente incluir en esta página una fotografía del cuadro suyo que tengo en casa: Lento Nacer.

Post Scriptum: Hoy es 3 de diciembre y al abrir El Alféizar me he emocionado al ver, entre otros, un cálido comentario de Coral, hija de Agustín Úbeda. Como no quiero que pase inadvertido, porque en él va transcrita la hoja que se leyó en su incineración, la he sacado de su sitio para compartirla con quienes os acercáis hasta aquí.

Hoy nos miran tus cuadros, tus hombres barrocos, tus mujeres desnudas, tus pájaros solemnes y tus flechas, que señalan hacia el infinito y hacia cada uno de nosotros y nos dicen, y nos gritan, que estás dulce, que estás explorando nuevos colores, nuevas formas, nuevas vidas. Tu vacío lo llenarán tus cuadros, porque en cada pincelada estás tú, más infinito que nunca, más genio que nunca, más sabio que nunca… Allá donde estés queremos decirte que te queremos, que sólo nos queda el consuelo de tu arte… pero todavía, y de momento no nos es suficiente, te echamos YA tanto de menos… Mándanos mucha energía, que la necesitamos, VUELVE y termina tu cuadro… En estas circunstancias seguro que tendría alguna palabra ingeniosa que nos haría reír, que nos haría reconfortarnos, tenía un don especial para hacerse querer…
Tu mujer, tus hijos, tus hermanos, tu familia y amigos te queremos y te tendremos siempre con nosotros. Siempre nos quedará tu arte y tu amor…
Besos con sabor a pasteles de chocolate.
Coral.

25 noviembre, 2007

CATÁSTROFES

Renaissance - Hamed Quattara

Algo en mí se rebela contra la forma de hacer de los informativos de la televisión. Duele en el alma ver la imagen agónica de los ocupantes de un cayuco llegando a nuestras costas, la desolación causada por un terremoto, por la ira devastadora de un vendaval o de una violenta tormenta, en la secuencia de trágicas noticias que con demasiada frecuencia destilan los telediarios. Lo cierto es que los medios de comunicación están logrando que el humanitarismo se convierta en un espacio televisivo más, cuyo ingrediente esencial es el sufrimiento humano. Algo fácilmente apreciable en el tratamiento informativo que se da a las catástrofes: Las grandes desgracias mundiales parecen haberse convertido en reality shows de gran audiencia y el espectador se ha transformado, como dice M. Ignatieff, en un voyeur del sufrimiento ajeno, conmovido por la visión de las imágenes: los rostros prietos y deshidratados de quienes atraviesan el Estrecho, la longitud de la hilera de refugiados de Darfur, aguardando un exiguo plato de mijo, los últimos recuentos de víctimas en Perú, Tabasco o Bangla Desh... Actores reales de tan dramáticas escenas, los protagonistas de la consternación y el dolor consolidan la pujanza del género, ante quienes practicamos una piadosa solidaridad de butaca que, en el mejor de los casos, nos lleva a sosegar nuestra conciencia moral haciendo de vez en cuando un donativo.
Entonces es cuando uno se pregunta si este manejo cuasi amarillista del drama humano suscita realmente algún tipo de respuesta comprometida en el espectador. Y es que suscitando una ola de emociones pasajeras, cada vez que se origina una catástrofe, tal vez se consiga un mayor grado de sensibilización con el dolor y una puntual captación de fondos y adhesiones para una causa, pero no una acción moral efectivamente transformadora. Porque sólo se estimula la compasión, y no la comprensión del hecho: La imagen es definitivamente asimilada por el sufrimiento, quedando fuera de la misma el contexto en que se desarrolla. En consecuencia, cedemos a la pura piedad, a la vez que, casi sin otra perspectiva, renunciamos a un mayor compromiso. Y no se debe ignorar que con frecuencia las catástrofes no únicamente tienen raíces naturales, sino también políticas, ligadas a las posibilidades y capacidades humanas, físicas o tecnológicas que hacen tan vulnerable a una determinada región ante el acaecimiento de un desastre de cierta magnitud.
Por todo esto, los medios de comunicación, en general (y muy especialmente la televisión), deberían hacer un esfuerzo deliberado por ir más allá de ofrecernos imágenes. Tendrían que investigar, aproximándose a la contextualización de los hechos y a la búsqueda de responsabilidades, que inexcusablemente deberían formar parte de la noticia. Y deberían acercarse a la realidad, sin temor a la denuncia. Quizá así pueda quedar en algunos telespectadores un poso firme y permanente de compromiso, un tiempo después de que la actualidad sepulte la última catástrofe y se seque esa lágrima postrera que el sufrimiento de las víctimas nos hizo derramar en el telediario poco de antes de cenar.

18 noviembre, 2007

VIDA

Vuelo - Benson

Como quien pasa la página del libro que lee, he entreabierto una puerta en mi estancia, convocado más allá del silencio por un reguero de palabras perdidas. Las he sentido allegarse calmosas, profanando ese aire de noviembre que juega a mitigar los rumores del día, aboliendo los últimos arrullos de un temprano anochecer. Palabras que irrumpen y me alcanzan, a mí, que soy quien ahora calla y mira por la ventana, a mí que soy el taciturno, el misterioso tras los cristales... Palabras que me empapan y adivinan la profundidad de mis poros hacia ese territorio concebido en mi interior por el terco sueño de ser un hombre: esa mina, ese recóndito boquete, el sustrato biológico de mí mismo desde el que respiro tu nombre: Vida...
Dejo la ventana, dejo el libro que sostenía entre las manos. Dejo la página marcada, la puerta entornada al silencio, dejo todo y me abandono hacia el milagroso encuentro que tiene lugar cuando coronas este día al que me aferro antes del sueño. Y, sentándome, te pienso, Vida, te respiro... Y, mientras te pienso y respiro, quiero encarnar cada segundo, significarlo en esta noche y empaparme de un tiempo que deroga los relojes y me arranca de dentro un tañido, un arrebato y un alocado vuelo. Cientos, miles de sensaciones revolotean nómadas como diminutas grullas, van hendiendo el silencio de mi estudio y descienden hasta el humedal del folio blanco en que bosquejo un rostro de mujer que ponerte, Vida; alígeras aves acuáticas que chapotean en este lago de papel y lo fecundan de palabras... Hasta que, por fin, te vislumbro. Según corre la tinta azul, más y mejor te veo. Ahora tu imagen de hembra y mis sensaciones se entretejen y confunden, y aquí se da el prodigio, cuando comienzan a germinar los términos en que te pienso...
Me recuesto en el respaldo de la silla y respiro hondamente. Miro los trazos y tachaduras de esta hoja, miro el libro que leía y la ventana, miro la noche cerrada y contemplo el lento suicidio del otoño arrojándose al pasado en una heladora despedida de hojarascas. Miro a mi alrededor, sin detenerme en nada concreto, y te retengo, Vida. Cuando repito tu nombre, suena como el eco de una nota tibia en el sagrario de mi mente. Y te digo que aquí estoy de nuevo, yo que soy quien tras los cristales callaba, el taciturno, sí, el misterioso... y también, sin embargo, quien ahora sonríe, como cada vez que te invocan las palabras perdidas y, en una suerte de letanía, se agitan las alas de mil aves que te trazan y representan.
Apago la luz y me fundo en el silencio y en la noche que yace tras la ventana. Miro la hora y pienso en acostarme. Dulcemente aturdido, siento que soy dichoso sin urgencias, cuando una vez más escribo secretamente y, colmado de gratitud por lo que recibo, lo hago ante, para y por ti: Vida.

11 noviembre, 2007

SOBRE EL ARTE Y LA CRÍTICA

Luna - Marta Garralda

SOBRE EL ARTE DICEN...


Hay más divinidad en el arte que en la ciencia;
la ciencia descubre, el arte crea.
JOHN OPIE.


Una obra nunca se acaba, se abandona.
MIGUEL ÁNGEL BUONAROTTI.


PERO TAMBIÉN...


La escultura es aquello con lo que tropiezas
cuando retrocedes para mirar un cuadro.
BARNETT NEWMANN.


Lo malo de la pintura abstracta es que hay que molestarse
en leer el título de los cuadros.
OSCAR PIN.


Debe ser hermoso; no se entiende nada.
JEAN BAPTISTE POQUELIN «MOLIÈRE».


Y LUEGO ESTÁ LA CRÍTICA...

Los críticos son los eunucos del arte;
hablan acerca de lo que no pueden hacer.
PEHMAN.


La diferencia entre la crítica constructiva y la destructiva es muy sencilla:
La primera es la que uno hace;
la segunda es la que le hacen a uno.
FRANK WALSH.


EN FIN, LA GUINDA LA PUSO NUEVAMENTE ÉL:
En los mejores días del arte no existían los críticos del arte.
OSCAR WILDE.

04 noviembre, 2007

CUIXART

Cel de Tardor - Cuixart

Casi recién llegado a casa, el último día de octubre abrí el blog y encontré un comentario de mi amigo Javier, en el que me participaba el fallecimiento de Modest Cuixart, uno de los pintores actuales que más me gustan y de quien, a saber por qué extraño hado, elegí su obra «Nemesius», para encabezar la anterior entrada. Seguía y sigo a Cuixart desde que hace más de 20 años unos amigos barceloneses, que le conocían, nos regalaran una preciosa litografía suya, firmada de su puño y letra, y que cuelga en el recibidor de casa. Por lo que se ha podido leer en la prensa estros días, tuvo una grave caída, como consecuencia de la cual moría aquella mañana del 31. Para hoy tenía preparado el recordatorio de otro pintor de mi agrado, Egon Schiele, sin embargo mi admiración por la obra pictórica de Modest Cuixart tiene un lugar preferente.
Podría extenderme largamente, con información sacada de los medios periodísticos de estos días, pero casi prefiero, sin más, dejar aquí cuatro líneas y un par de cuadros. Diré sólo que creó el grupo Dau al Set, en la Barcelona de mediados los años 50, con varios pintores entre los que se encontraba su primo, el también hoy tan reconocido Antoni Tàpies.
Os invito a localizar parte de su obra en Internet y a visitar, si pudierais, su Fundación en la Plaça Montcada de Barcelona.

28 octubre, 2007

DÉDALUS Y YO

Nemesius - Modest Cuixart

Hace cosa de un año materialicé la idea de abrir una ventana en internet y, por pequeña que fuera, pronto pude sentir que el aire que corría era ciertamente agradable. Manos a la obra, había resultado sorprendentemente sencilla la albañilería de manera que, allá por noviembre, oreé un par de textos como prueba. «¡Vaya, vaya...! —me sorprendí—: Al parecer, esto funciona.» Conque hice mis preparativos, amueblé una plantilla, como si de mi aposento se tratara, y de ahí se derivó el resto: Estaba preparado para inaugurar El alféizar.
Al caso, también decidí disfrazarme para la ocasión: Siendo crío (en casa teníamos la colección El Mundo de los Niños, uno de cuyos tomos era Mitos y Leyendas), me gustaba leer la historia de Dédalo y su hijo Ícaro, representando el viejo anhelo humano de volar..., aunque ellos lo hicieran para escapar del rey Minos y de Creta, cuyo laberinto el propio Dédalo había edificado. Cien años más tarde, leí el Ulises de Joyce, en cuyas páginas mora Stephen Dedalus, un estudiante británico en el Dublín de 1904, reflexivo y tímido, que evoca sus proyectos juveniles con el corazón a veces abatido, y siempre preocupado por encontrar la verdad. Pese a que mi cercanía al estudiante inglés y al arquitecto griego no fuera traducible en términos de un especial parecido, mientras yo elegía el calzado para iniciar mi nueva andadura, ambos me iban a prestar no sólo su nombre sino lo esencial de su indumentaria: un corazón para soñar y unas alas para volar.
De manera que El alféizar comenzó a ser mimado por Dédalus, mi alter ego, quien se mostraba en la red con mayor o menor inmediación, cada vez que yo giraba la falleba para abrir la ventana desde la que miro y escribo este cuaderno. Y sólo hace unos meses me asomé a ella en persona para editar alguno de los aforismos de ese Mi prontuario que, a golpe de inofensivos chispazos, voy componiendo. Luego, tal y como hube aparecido, volví a mi madriguera para ocultarme de nuevo, como un ratoncillo.
Sin embargo, días atrás un amigo me decía: «¿Y por qué no le pones, a lo que haces, tu propio nombre?» Sin una respuesta a mano, más allá del no-lo-sé, me pregunté: «¿Y por qué no...?» Conque llegado a este punto, me he animado a hacerlo. Nada sustancial ha cambiado; simplemente ahora doy la cara con mi nombre real... Y esta misma explicación podría perfectamente estar de más. Pero me ha apetecido dedicar unas líneas a mi otro yo, ése tras el que, confiadamente, me he guarecido durante un buen tiempo: A mi entrañable Dédalus, quien, a buen seguro, permanecerá fisgando sobre mi hombro cuando borronee cuatro notas o abra la ventana para asomarme a El alféizar.
En su nombre y en el mío propio, agradezco la cercanía, que tanto nos conforta, de cuantos nos leéis. Porque, estando ahí, si algo tengo claro es que lo que ambos hacemos os pertenece.

21 octubre, 2007

PERSONAJES - I

Kiwa - Guayasamín

EL ATASCADO
La resaca del amor le llevó a llorar hacia dentro.
Por eso engorda su angustia: porque retiene líquidos.

EL COHERENTE
Nadie supo qué le hizo dimitir al político honrado:
Si la conciencia de sus límites o los límites de su conciencia.

EL SOÑADOR
El viejo combatiente tenía un pequeño jardín, que era su patria.
Cultivaba cuatro principios y un puñado de ilusiones.

EL ESTRATEGA
Se vengaba sin vengarse.
Era lo que más humillaba a sus enemigos.

EL LOCO
Según dicen, comenzó distanciándose del mundo.
Hasta que un día terminó por ausentarse de sí mismo.

EL MUERTO
Llegó la parca a buscarlo y le halló sentado en el retrete.
Rezaba la esquela del militar que murió en Acto de Servicio.

14 octubre, 2007

ACEPTAR

Los recién casados - Marc Chagall

Tengo para mí que ciertos hechos nos resultan relativamente sencillos de entender y, sin embargo, se nos pueden hacer muy difíciles de aceptar. Tal vez así sucede porque entender supone efectuar un ejercicio analítico, intelectual, para el que podernos estar adecuadamente preparados, mientras que aceptar requiere un mayor esfuerzo personal, más tiempo y otra dedicación, desde el momento en que involucra a nuestras emociones. Y este es ya otro cantar. Por hacerlo más gráfico, se me permitirá esta licencia: Entendemos con la cabeza, pero lo de aceptar implica también al corazón... O, sea, a las tripas.
A título personal, intuyo que para crecer humanamente es preciso saber aceptar; aceptar la realidad por dura o dolorosa que sea. Y, en este empeño, apuesto a que uno se puede preparar, porque soy un convencido de que, a aceptar —como a casi todo—, se aprende. Cuando pienso en lo que comento, concluyo que, por más que parezca una paradoja, aceptar es empezar a cambiar. Viene a ser concederse una nueva oportunidad. Si algo ocurrió en el pasado y uno hizo lo que pudo, ha de reconocer la situación, conciliarse consigo mismo y mirar hacia delante, hacia los nuevos caminos que ante sí se le abren. Lo cual nada tiene que ver con el hecho de resignarse, que es una forma de dimitir que esclaviza, porque mantiene a quien sufre rumiando su desgracia y especulando sobre lo que pudo haber sido y no fue, y lo demora y lo deja inmóvil, varado en la auto-conmiseración. Aceptar, al contrario que resignarse, es ver que existe una salida. Por lo tanto, aceptar libera.
Así, vivir en el presente, abrirse a él y experimentarlo sin reservas, tiene que ver con aceptar, del mismo modo que aceptar es, también, ver y apreciar cuáles son nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, y consentir que emerjan, reconocerlos tales cuales son, amistarnos con ellos, apropiárnoslos. Es este sentido, aceptar es absorber e incorporar, metabolizar. Es, en definitiva, fluir en el aquí y el ahora, en la realidad, y también sentir que el otro existe; saberlo y demostrarlo con una actitud positiva; comprender que la ecuación más universal y sencilla admite asimismo otro resultado: A + B = B + A.
Aceptar es todo esto y más, mucho más.
Al caso, confieso que mi agenda anual, con la que a diario me muevo, está encabezada desde hace ya muchos años por una vieja y conocida oración:
Que Dios me conceda serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valentía para cambiar las que sí puedo, y sabiduría para ver la diferencia.
Cuando la releo, recuerdo que aceptar viene a ser también dejar de lado la urgencia, sosegarse, extraer vetas de esperanza de esa mina interior nuestra, en la que resguardamos del mundo nuestra intimidad más privativa y nuestros principios e ilusiones, los que son nuestros más preciados tesoros... Y me atrevo a decir que aceptar es saludable, y bueno, porque además funciona.
En resumidas cuentas: A veces creo, cuando pienso en la felicidad, que saber aceptar es la clave.

07 octubre, 2007

LOS TRES FILTROS

Tarde de verano - Hooper

En la Grecia antigua, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que inspiraba a todos cuantos le conocían.
Se dice que un día se le acercó un conocido y le dijo:
—Sócrates, ¿sabes lo que escuché ayer acerca de uno de tus amigos?
—No, desde luego, pero espera un minuto —le interrumpió el filósofo—. Antes de contarme nada, quisiera que pasaras una pequeña prueba. Yo la llamo el triple filtro.
—¿Triple filtro?...
—Eso es —continuó Sócrates—. Puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decirme de mi amigo. Verás —prosiguió el filósofo—, el primer filtro es el de la verdad. Sólo dime: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a contarme es cierto?
—No —reconoció el hombre—; sólo escuché hablar sobre ello y...
—De acuerdo —dijo Sócrates—. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el de la bondad: ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
—Me temo que no. Al contrario...
—Entonces, deseas contarme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto... Y, sin embargo, podría querer escucharlo, porque queda un tercer filtro: el de la utilidad. La pregunta pues es ésta: ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
—No, tampoco. Tengo que reconocerlo.
—Pues bien —concluyó Sócrates—, si lo que deseas contarme de él no es cierto, ni bueno e incluso no es útil... ¿para qué crees que querría saberlo?

Realmente no sé si este diálogo, que se atribuye a Sócrates, es fiel. Ni siquiera sé si se produjo realmente. Me llegó hace unos meses por correo electrónico y confirmo que ha sido objeto de publicación en otras páginas de la red. Esto me lleva a pensar que, probablemente, lo conocéis... Sin embargo, al releerlo me ha apetecido editarlo, porque supongo que no está de más una lectura de refresco. Personalmente me mueve a revisar mi propia actitud ante mis amigos y por esto le doy un especial valor. Cuántas veces escuchamos comentarios negativos sobre personas a las que queremos... ¡y no hacemos nada! Como pienso que es importantísimo cultivar nuestros afectos más cercanos y, desde luego, cuidarlos, lo publico. Porque pienso que “los nuestros” son lo más preciado que tenemos.

30 septiembre, 2007

NERUDA


POEMA XV

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.


Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Con tan sólo 19 años, Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (Pablo Neruda) publicó Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Durante toda su vida, Neruda hizo poesía de todo cuanto le importaba realmente: el amor, América y el compromiso político. Pocas personas saben que, por ejemplo, intervino decisivamente para fletar un barco en Francia, el Winnipeg, y sacar de España a dos mil personas que huían del horror de la Guerra Civil, llevándolas hasta Valparaíso. Su militancia le llevó a ser candidato a la presidencia de Chile, aunque renunció a favor de Salvador Allende. Precisamente doce días después del golpe militar que derrocó a éste, Pablo Neruda falleció en Santiago de Chile, el 29 de septiembre de 1973.

23 septiembre, 2007

ACERCA DE DIOS

Golconda - Magritte

He soñado que es real lo que siento, que es también cierto lo que soy y tengo. Por eso necesitaba verificar el correcto ejercicio de cada uno de mis sentidos. Están trotados por el uso, pero aparentemente todo funciona... Luego concluyo que no me engaño, que es así: Tengo la dicha de contar conmigo mismo, de aceptar mis limitaciones, de vivir con mis domésticas perplejidades, con mis cortedades y defectos... Soy un ser suficientemente libre como para apreciar el valor de las pequeñas cosas, mis servidumbres no me ciegan, tengo cuatro certezas sobre la vida y un puñado de amigos con quienes exprimirla. Todo ello es así de real, tan real que necesito una vez mostrar mi agradecimiento...
Quizá por esto que comento, en cierto modo hoy he extrañado a Dios: ese punto lejano, una entelequia, el inmotivado presentimiento de trascendencia que escoltó al adolescente aquél que fui, y le he buscado entre los amarillentos papeles que machacaba frenéticamente mi vieja Olivetti: Varios poemas desgarrados y un cuento para la reconciliación... Esto es supuestamente todo, acerca de Dios. Registro mi alma con relativo apremio y recuerdo que, entonces, lo tenía presente para pedirle por aquellos a quienes quería... Pero ahora él ya no está; sencillamente se fue, tan siempre a lo suyo como andaba, ensimismado en sus cuitas de hipocondríaco creador de un imperfecto cosmos.
No sé si Dios es la manera humana de denominar a la ausencia; tampoco sé si, como representación, no es mucho más que otro ídolo al que adorar... Pero lo cierto es que, si aún existiera, allá, dondequiera que se encuentre, sabe que nunca le expulsé de mi modesto paraíso. Él pecó de olvido y tomó su decisión, ambos lo sabemos. Desde entonces, supongo que también a ambos, nos va mejor. Y si alguna vez hemos sentido la tentación de reencontrarnos, ha sido en los lugares y de los modos más insospechados... Con lo que, como era de esperar, no hemos coincidido. Él me habrá buscado para intimarme alguna de sus viejas Verdades. Yo, más de una vez, porque quería engancharle de la pechera y pedirle cuentas sobre asuntos que, sobre el mundo, tendré con él eternamente pendientes. O porque, como hoy, le haría partícipe de esta gratitud que siento por cuanto la vida me viene dando, que es tanto...
De modo que sí, como decía: todo esto es real, lo que siento y mi agradecimiento. Y para una vez que quería tomarme una copa con Dios, resulta que hoy tampoco despacha. Seguimos sin ajustar nuestros credos vitales, qué se le va a hacer. Yo cada cierto tiempo lo intento, lo de vernos; y no precisamente cuando truena. Pero es que él es así de ausente, un tipo dimitido que antes de desertar delegó sus asuntos en hombres ineptos e ineficaces. Que no viene a ser sino una cómoda manera de enmascarar su eterno silencio, eso de delegar.
En fin, que lo que yo buscaba es mostrar mi gratitud. En fin, que, de algún modo, es lo que estoy haciendo. Y, en fin, que la esparzo pues por este extraño éter de códigos binarios, por si valieran mis cuatro letras para contagiar a alguien una migaja de esperanza. De esperanza, sí, incluso para el mismo Dios, si es que está en horas bajas, precisamente para él, que de estos espacios imposibles sabe tanto... Tanto, tanto.

16 septiembre, 2007

MI TERNURA - Salomé

Felicidad - Gauguin

«Mi ternura es ese camino que no supe tomar, descubierto mucho después de los miedos, mucho después de las dudas, más allá de las demandas, más profundo que los deseos.
»Mi ternura está en esta mirada que aumenta las posibilidades y acoge lo imprevisto. Está en la atención que se transforma, en un objeto, un acontecimiento o un ser y lo prolonga más allá...
»Mi ternura es una sonrisa, esa puerta abierta a la inseguridad del fugitivo y a la importancia de lo efímero.
»Mi ternura es un gesto completo con el que puedo crear el presente para hacer un regalo. Es ese hermoso e invisible movimiento de mí hacia ti, donde se borra la angustia de un día triste. Es la confianza del abandono de nuestros cuerpos, inscrita en el espacio de un territorio protegido.
»Con mi ternura, te recito el verbo amar, conjugado siempre en presente».

Jacques Salomé.

02 septiembre, 2007

ENAMORAMIENTO Y AMOR

Los amantes - Magritte.

En muchas ocasiones, me he preguntado dónde reside la diferencia entre lo que usualmente llamamos enamoramiento y amor. A partir de las ideas y vivencias —unas propias, las más ajenas— que he podido absorber con el tiempo, concibo el enamoramiento como una experiencia explosiva de renacimiento y creatividad. La persona enamorada vive a alguien como único y excluyente, desde un estado similar al de la fascinación. Le gusta todo del otro: no percibe defectos, los errores son comprendidos, los disgustos, las pequeñas pérdidas de energía, los primeros sinsabores, incluso los celos, son finalmente aceptados y perdonados. Todo es vivido y consentido intensamente, con la excitación desbordada de quien sólo ve a través de los ojos de quien le enamora... Y la fuerza de semejante emoción engancha y arrastra durante un tiempo, hasta que el mutuo roce (erosión), las rutinas cotidianas (costumbre) y, principalmente, el mutuo conocimiento, imponen sus límites.
Sobre el roce y la rutina, dada su gran visibilidad, quizá no merezca la pena extenderse. Sin embargo, creo oportuno hacerlo en lo que concierne al hecho de conocerse. Tengo para mí que en la experiencia de cada quien está escrito que el conocimiento del otro se cobra su peaje, con una cuota importante de sufrimiento. Al conocernos, participamos en un proceso que en la mayoría de los casos resulta doloroso. De hecho, desnudarse de cuerpo y alma ante quien se ama, supone asumir de un modo descarnado la propia condición de ser vulnerable. Así, la persona amada va a frecuentar no sólo la hondura y la riqueza de nuestra entrega: también accederá al conocimiento de nuestros defectos, miserias y contradicciones; al de nuestra humana fragilidad, ahora al descubierto. A partir de entonces, algo puede comenzar a cambiar: es probable que nos mostremos más inconsistentes, que surjan los errores y las faltas, asomen los desengaños y las diferencias hasta el momento inadvertidas. Aparecerá la decepción, con su inherente crudeza. El río de la fascinación se ve encauzado por los límites de la realidad...

Con todo, nada más lejos de mi intención que restar importancia a lo que el enamoramiento significa: Con cargo a él, todos guardamos entrañables motivos para sentirnos vivos. Y, en este contexto, soñar es fundamental. Cuando escribí en mi prontuario que soy un poco lo que soy y otro poco lo que persigo, precisamente pensaba en ello.

Personalmente, estoy convencido de que al superar la decepción (a cuyos estragos, evidentemente, no todo el mundo sobrevive) se accede a un estado distinto al del enamoramiento; y que, únicamente cuando se comprende su naturaleza real, se encuentra el camino hacia un amor menos urgente y apasionado, tal vez, pero más profundo y duradero. La mayor parte de las experiencias amorosas están jalonadas por situaciones en las que uno renace de la desilusión, para volverse a enamorar. Esto a pesar de haber atravesado paisajes grises, en los que los amantes han descuidado escucharse, mirarse a los ojos y quererse con la ternura que se merecen.

Pienso, finalmente, que exclusivamente la pasión (con lo bella y excitante que pueda ser), no es suficiente para mantener una relación amante sana y madura. Supongo que la vida amorosa, en la que incluyo absolutamente todo, lo bueno y lo menos bueno, se mantiene con el cariño, el respeto, la complicidad, ciertos intereses vitales en común y una parecida manera de enfocar y comprender la existencia. Decía Alberoni algo así como que e
l ser humano es libre y que, cuando es esclavo (de la pasión), desaparece el amor. Y, aunque ésta no pueda ser una verdad universal, tal vez no le faltara una pizca de razón.

31 julio, 2007

VACACIONES

Al sol - Chieh Hung

Estrené El alféizar a finales del pasado año y vi cómo sus letras comenzaban a tener vida propia y a exigirme un tiempo que, por más que quisiera, no les podía dedicar. De modo que probé a recomponer ese inestable equilibrio en el que sostengo mi cotidiana singladura... Entretanto, el blog me evidencia lo enormemente pequeño que se ha vuelto el mundo, de la mano de Internet, desde que casi sin querer cambié mi pluma por el teclado. El planeta se ha encogido en muy poco tiempo, y tener una página como ésta me hace comprobar a diario el milagro que es editar en casa y recibir en minutos un saludo desde Mar del Plata, San Francisco o Puerto de Santa María...
Lo cierto es que continúo conociendo gente y más gente, de esta intuitiva manera en que en la red nos adivinamos, y he aprendido a valorar la lealtad de un buen puñado de camaradas que, pese a mi irregularidad y mis ausencias, ha seguido dejándome lo más preciado que atesora un trabajo de estos: sus comentarios. Detrás de cada alias hay una persona sensible, afectuosa, divertida o solidaria; buena gente, en suma, a la que quiero dar, por estar y continuar ahí, un millón de gracias.
Ahora, en fin, tomo unas vacaciones y me dispongo a restaurar mis coordenadas vitales, a reasentarme probablemente para continuar un poco en el mismo sitio, pero con ese aire distinto que uno respira cuando se instala en el ocio de vagar y disfruta de la libertad que le da el romper con la (tan útil y necesaria, por otra parte) rutina.
Después de todo, quiero dejar constancia de lo mucho que aprecio tanto a los que se acercan anónimamente a leer mi cuaderno como a quienes trastean por ahí, dejando sus preciosas huellas. A muchos y muchas leo y admiro por cuanto escriben en sus páginas: su enorme fuerza, esa forma de expresarse directa, alambicada o socarrona, poética, pedestre, tierna, chispeante, mordaz... y la pasión que derrochan por comunicarse con lo más hermoso que tenemos: la palabra. Es lo que más me llena de este mundo del que hace unos meses entré a formar parte. Por ella brindo, pues: por la palabra. Y por lo que compartimos, gracias a ella, que es tanto.

29 julio, 2007

APRENDIENDO - Borges

Travesía - Richard

«Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno aprende que el amor no significa acostarse. Y que una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado, hasta el calor del sol puede quemar.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale y uno aprende y aprende... y así cada día.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad.
Con el tiempo aprendes que los verdaderos amigos son contados y que quien no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de falsas amistades.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira siguen hiriendo durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es atributo sólo de almas grandes.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el sendero del mañana no existe.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas y forzarlas a que pasen, ocasiona que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás a los que se marcharon.
Con el tiempo aprenderás a perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, pues ante una tumba ya no tiene sentido.
Pero desgraciadamente, sólo con el tiempo...»

22 julio, 2007

ALGO DE TI

Vieja calle - Autor desconocido

Algo de ti gobierna mis ratos de estar solo, penetra imperceptible en mi piel, la humedece y refresca. Ese algo de ti comparte el aire que respiro y acompasa el ritmo de mi pecho, que exhala una letanía de palabras por escribir, derrelictos de batallas consumadas en tu cuerpo que arrullan mi ensueño...
Algo de ti visita este silencio y lo engalana evocando roces furtivos, caricias hurtadas por entre las esquinas de esas callejas empedradas en que te hallé... Y sigue siendo algo de ti lo que envuelve mi noche y la nutre de íntima quietud cuando, despierto, te imagino; lo que conduce mi pensamiento, la sosegada cadencia con que cortejo tu sombra desde esa distancia breve del beso que calladamente te dedico.
Algo de ti es lo que escolta mi mano si te escribo y me orienta cuando a oscuras te busco y alienta mi anhelo si te pienso y derrota mis miedos, pues en ti confío... Y sigue siendo algo de ti lo que me conmueve y transporta, lo que me espolea para correr a tus brazos; algo de ti lo que me embelesa en esta duermevela... antes de abandonar mi sonrisa en tu cuello, entornados los ojos, mientras hundiéndome en tu pelo, ese algo de ti, que es tanto y tan tuyo, arranca de mis labios los susurros con que me entrego.

15 julio, 2007

TODO Y NADA - Hierro

Flores para ti - Agustín Úbeda

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito "¡Todo!" y el eco dice "¡Nada!"
Grito "¡Nada!" y el eco dice "¡Todo!"
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro.

08 julio, 2007

UN LUGAR EN EL MUNDO

Atlas (Chema Madoz)

Hace unos días, un amiguete me preguntaba cuál sería mi sitio y época ideal para vivir. Sin casi pensarlo, le contesté que mi lugar en el mundo es este en el que estoy, y que mi tiempo es el de ahora. Porque, si bien yo no decidí por mí mismo cuándo aparecer aquí, y muchas de las condiciones de mi vida me fueron dadas, cuando no impuestas, también es verdad que he ido haciendo de mí un poco lo que he podido y, otro tanto, lo que he querido. Por todo ello, le dije, acepto de buen grado estar donde estoy, en este irrepetible momento...
Yo era un crío cuando lo del mayo francés; por eso fue bastante más tarde cuando me interesó, hasta estudiarlo. Recuerdo a Daniel Cohn-Bendit, arengando a los estudiantes con sus originales y rotundas proclamas. Me parecía tan contundente el derecho a querer un mundo nuevo, tan lleno de rebeldía e insumisión, que lo hice mío durante tiempo, canalizándolo hacia la no-violencia y hacia la objeción de conciencia al servicio militar, por entonces obligatorio.
El mundo... A los veinte, todos hemos querido cambiarlo. Ahora, cruzado el ecuador de mi existencia, lucho por tenerme en pie, no sea que precisamente el mundo me tumbe. Y me defiendo de su turbulenta marea con un arrebatado pundonor.
Por todo, acepto que mi lugar sea éste. Mis coordenadas geográficas y vitales me hacen sentirme un privilegiado, pues las probabilidades que tenía de haber sido un indigente eran extraordinariamente mayores... De modo que, agradecido quedo a esa tornadiza Providencia que me dota de una condición que en nada me hace distinto de mis hermanos más alejados en latitudes, razas, costumbres y credos; agradecido quedo, también, al poder afirmar que mi lugar en el mundo es el de cada día cuando me levanto y salgo a trabajar, a batirme el cobre por continuar creciendo junto a quienes me rodean y darles (dentro de mis limitaciones) algo de mí, de cuanto puedo y tengo... Sin perder de vista que un mundo mejor que éste es posible, y que yo formo parte del de hoy, y que, en este sentido, estoy moralmente obligado a hacer algo, por quienes, incluso estando a mi lado, no disfrutan de la enorme suerte que, después de todo, a la mayoría de nosotros nos sonríe.

29 junio, 2007

KLEE

El Pez de Oro

Me gusta la pintura, leo sobre pintura y, siempre que puedo, visito museos y exposiciones. Incluso he comprado algún óleo, de esos no prohibitivos que por suerte están a mi alcance. No soy un crítico y me guío básicamente por sensaciones. Los cuadros que me gustan son como esos amores a primera vista; los guardo en la retina, los memorizo con el sentimiento, absorbo de ellos cuanto puedo, los llevo conmigo… Algo así me pasa con determinados pintores: De Durero a Millet, de Monet a Klimt, Chagall, Kandinsky, Sorolla, Magritte, Hopper, Agustín Úbeda... o Paul Klee. Podría haber tomado cuatro notas en Internet, a propósito de este último, porque es uno de mis preferidos. Pero he optado por seleccionar algo de lo que hizo, pensando que dice más una mirada a uno de sus cuadros que cuanto yo intente copiar aquí.

Pirámides de Agua

Si recuerdo hoy a esta figura del arte abstracto que fue Klee y le acerco a mi página, de un modo especial, es porque murió en Locarno (Suiza), tal día como hoy: un 29 de junio de 1940.

Los Arcos del Puente

21 junio, 2007

EL CAMBIO QUE NO CESA

Cielo - Iman Maleki

Cambios, cambios y más cambios. Antes teníamos un trabajo, un amor, una vida; sin embargo, ahora tenemos muchos trabajos, muchos amores y hasta muchas vidas, algunas incluso paralelas. Vivimos instalados en el cambio y, colateralmente, en el riesgo, pues cada vez es mayor la imprevisibilidad de todo... y también nuestra fragilidad ante todo. Somos más vulnerables. En medio de las profundas convulsiones a que asistimos, dos amigos que hace tiempo no se vieran podrían, perfectamente, preguntarse: ¿Aún trabajas en el mismo sitio? ¿Todavía sigues casado?
Leí ayer que en el Reino Unido el 50% de las casas han suprimido la mesa del comedor, y recordé a Bertrand Russell diciendo que él, a los nueve años, interrumpió su educación para ir a la escuela. La familia, hasta hace tres décadas era fundamental... y admito lo absurdo de evocar algo que difícilmente va a volver, pero, aún así, creo que es importante saber de dónde se viene, para decidir hacia dónde se quiere ir.
Como sea, esta es una sociedad cada vez más individualizada, en la que uno pierde progresivamente sus contactos y sus vínculos. Si el eje clásico de la desigualdad antes era vertical (los de arriba y los de abajo), ahora existe otro esquema axial: los de dentro y los de fuera; o sea: excluidos y no, solos y acompañados. Ha ido dejando de existir el ciudadano estándar y hoy en día cada quien se representa a sí mismo: un tipo único en su especie, que acarrea una mochila bien diferente a la de otros... y bastante compleja, por cierto. Porque es que además vivimos en la época de la diversidad, un valor que está pillando a los tecnócratas con el paso cambiado. La Administración, por ejemplo, con su pesada y lenta maquinaria burocrática asiste perpleja a tanto cambio, pues en sus genes está la idea de que todos los ciudadanos responden a un prototipo y que, en este sentido, son, y somos, casi iguales. Concebida para atender categorías, se las ve y se las desea para atender a personas, a casos concretos, e intenta convertir los problemas de la gente en algo aceptable para el sistema. No tiene compasión con el usuario, cuando se presenta en una ventanilla:
—Yo tengo un problema.
—Está bien. Tráigame los papeles.
En consecuencia, parece que es necesario dar una nueva respuesta a las nuevas necesidades. Y la diversidad ha de ser abordada transversalmente, por gente que trabaja junta, para resolver los problemas de un modo integral. Las políticas sociales tienen que recobrar su visibilidad. El bienestar de la ciudadanía no es un elemento abstracto sino algo concreto, del día a día, que implica la descentralización y la atención personal, la proximidad. Abordar un caso conlleva romper con la lógica de la derivación y ponerse a trabajar en red, sobre la base a una interdependencia estructural y horizontal (no jerárquica). A los cambios, en fin, hemos de responder con cambios. Por esto, la audacia tal vez deba de ser un nuevo valor en alza. De lo contrario, probablemente, estamos apañados.

16 junio, 2007

JOYCE

El jueves 16 de junio de 1904 sería inmortalizado por James Joyce, a través del Ulises, aquel extraordinario meteorito que le cayó al planeta novelístico en 1922.
Confieso que fue cien años después de aquel día, en verano de 2004, cuando en un arrebato de pundonor me enfrenté por quinta vez a la tarea de leer esta obra maestra. No sé qué me pudo haber sucedido en las cuatro anteriores ocasiones, en las que no pasé de las ochenta primeras páginas; es probable que aún no estuviera preparado para gozar de su lectura. Pero entonces lo conseguí, con enorme agrado. Con ser difícil, lo que puedo garantizar a quien se acerque al Ulises es que la excelencia en el manejo de la técnica narrativa de Joyce, el modo en que usa el fluir interior de la conciencia y su virtuosidad verbal, no le dejarán indiferente. Dicen que Joyce se inspiró en La Odisea de Homero. Lo cierto es que el Ulises viene a ser también un viaje: el que el judío irlandés Leopold Bloom emprende en Dublín, a lo largo de un solo día cuyo clímax llega en el momento en que se encuentra con el estudiante Stephen Dedalus. El fondo argumental de la novela gira en torno a la búsqueda simbólica de un hijo por parte del propio Bloom y a la conciencia emergente de Dedalus, entusiasmado por dedicarse a la escritura.
Como pequeña muestra, el comienzo del Capítulo II del Ulises:

«El señor Leopold Bloom comía con fruición órganos internos de bestias y aves. Le gustaba la espesa sopa de menudos, las ricas mollejas que saben a nuez, un corazón relleno asado, lonchas de hígado fritas con raspaduras de pan, ovas de bacalao bien doradas. Sobre todo le gustaban los riñones de carnero a la parrilla, que dejaban en su paladar un rastro a sabor de orina ligeramente perfumada.»

04 junio, 2007

CON EL CORAZÓN

Figuras - Montserrat Gudiol

Al contestar un correo, observaba ayer la cantidad de encajes que nuestro idioma nos permite hacer con el corazón. Se lo debemos lógicamente a ese latín, moribundo en las aulas de algunos institutos y universidades, que nos ha nutrido durante siglos como una buena madre, hasta que nos fuimos haciendo lo suficientemente mayores como para correr por nuestra cuenta.
Ilustra lo que comento (pues cor-coris es la raíz de la palabra corazón), el que despidamos los escritos con «un cordial saludo», que es un entrañable modo de llegar al otro. Lo mismo sucede cuando decimos a alguien «te recuerdo», ya que, sin saberlo (al re-cordare), estamos pasando a ese alguien nuevamente por nuestro infatigable corazón. O, también, cuando discrepan unos cualesquiera y se oyen sus «discordantes» voces.
Acordar
, incordiar, coraje, concordancia, cordíaco o cardíaco y sus derivados, cuerdo, etc., son sólo una parte de los casos que indefectiblemente nos remiten al corazón cuando hablamos. Un viejo atavismo que deriva de las tinieblas científicas de unos tiempos en los que se reverenciaba la primacía absoluta del corazón sobre los demás órganos, y así lo trasladaba el lenguaje.
Dicho lo cual, me permito una recomendación: A quienes tengan cierto entusiasmo cirujano por satisfacer su curiosidad, hendiendo la epidermis de nuestra lengua para conocer algo mejor sus entrañas, el «Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana», de Corominas, es un excelente escalpelo.

31 mayo, 2007

LO QUE QUEDA POR VIVIR - Neruda

Mujer con sombrilla - Renoir

LO QUE QUEDA POR VIVIR


Para que no crean que voy a morirme,

me pasa todo lo contrario,

sucede que voy a vivirme,

sucede que soy y que sigo.


Se trata de que tanto he vivido

que quiero vivir otro tanto.


Pablo Neruda


23 mayo, 2007

LEVANTAR ACTA

Cativo - Klee

Me levanté el pasado sábado de buena mañana y, apurando un café, pergeñaba un par de planes para la jornada cuando se me insinuó repentina una cierta necesidad de ponerme a escribir. Escribir, eso es, como un acto habitual más, nuevamente escribir. Me preguntaba entonces por qué siento que debo hacerlo; deber, como imperativo vital. Y dejando un poso de aguachirle en el fondo de la taza, cogí papel y un boli que tenía a mano, sin mayor propósito que escribir buscando saber por qué lo hago...
Pues bien, he aquí la cuestión y también he aquí la probable respuesta que se me reveló: Escribo sencillamente porque me ayuda a vivir. Y lo puse y lo digo así, con rotundidad, porque sé que al escribir, de algún modo, trasciendo sobre mi propia existencia. Pero, trascender, entendámonos, no en términos de perpetuarme (¡pobre de mí!), no como un modo de acceder a la Historia (después de todo, también cabría preguntarse: ¿y quién era ese tal Cervantes?). No. Cuando digo trascender, pienso en ensancharme sobre el presente, que se me escapa, en atrapar el ahora mismo en el que eternamente se desarrolla mi vida. Porque comencé a escribir cuando para mí era el momento presente y continúo haciéndolo en el que es mi momento presente. Será el momento presente, también, cuando ponga punto final a estas líneas...
Y es que soy ahora. Tal vez parezca insólito, pero esto es así.
—¿Usted escribe para la posteridad? —le preguntó un periodista a Groucho Marx.
A lo que éste contestó:
—La posteridad, la posteridad... Dígame, por favor: ¿qué ha hecho por mí la posteridad?
El tiempo que siento, el que vivo en lo cotidiano, me lleva a rehacerme constantemente. Mi pasado nunca es el mismo, se hace distinto cada día que transcurre. Y siento la necesidad de dejar constancia de ello, de dar fe de haberlo vivido y de confirmar que estoy vivo. Quizá por esto, algo en mi interior me emplaza a levantar acta del acontecer de mis días, del eterno devenir que decía Heráclito. Quizá por eso me ensayo en esta página abierta, mientras desnudo mi miedo (un miedo doméstico y familiar) a aventurarme en el cielo atormentado de otras empresas de mayor calado...
Y quizá por esto, también y una vez más, cobra sentido aquel epigrama que un día apunté de corrido en mi libreta de notas, cuando me aseveraba a mí mismo que siento la necesidad de escribir, cada vez que el alma me pide a gritos un espejo.

12 mayo, 2007

SOBRE HABLAR Y CALLAR

Noche de fiesta - Cain.


Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien,
ni la ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca.

JEAN de la BRUYÈRE.


Existen dos tipos de personas que no dicen mucho:
las que no hablan y las que hablan demasiado.
LEIN AN-JAI.

A quien habla mal a mis espaldas, mi culo le contempla.
WINSTON CHURCHILL.

Callando es como se aprende a escuchar;
escuchando es como se aprende a hablar;
y, luego, hablando se aprende a callar.
DIÓGENES.

Dos buenas maneras de molestar a los otros son:
hablarles con la boca llena y hablarles con la cabeza vacía.
LEÓN DAUDÍ.

Hay personas que hablan y hablan...
hasta que encuentran algo que decir.
SACHA GUITRY.

Se necesitan dos años para aprender a hablar
y sesenta para aprender a callar.
ERNEST HEMINGWAY.

Es mejor estar callado y parecer tonto,
que hablar y despejar las dudas definitivamente.
GROUCHO MARX.

Si la gente sólo hablara cuando tuviera algo que decir,
el ser humano perdería muy pronto el uso del lenguaje.
WILLIAM SOMERSET MAUGHAM.

Siempre me llama la atención que alguien hable
de cosas de las que entiende.
WIM WENDERS.

A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo
y soy tan inteligente que, en ocasiones,
no entiendo ni una palabra de lo que me digo.
OSCAR WILDE.


09 mayo, 2007

APRENDER A SER FELIZ (I, II y III)

Las 11 a.m. - Hopper

Al parecer, la felicidad está condicionada por ciertas características de la personalidad, de una elección o de una actitud que pueden ser modificadas mediante el aprendizaje. Analizando características de gente que se considera feliz, Michael Fordyce elaboró un programa de formación para la felicidad centrado en determinados rasgos fundamentales que he intentado resumir. No se trata, desde luego, de aportar recetas (que no hay), sino de ofrecer ciertos puntos de reflexión. El principio en el que se inspira el trabajo de Fordyce es sencillo: Si uno puede ser como es la gente feliz, podrá también ser feliz. La felicidad se puede aprender...

Ser más activo y permanecer ocupado
.La gente feliz se implica activamente en la vida y pasa más tiempo que las demás personas realizando tareas que le resultan agradables y entretenidas. Una vida activa genera más felicidad que una vida pasiva, lo cual viene a acentuar los contrastes existentes entre la vida llena, activa y placentera, propia de la gente feliz, y la vida tensa y crispada de la gente infeliz o incluso la vida inactiva y aburrida de otros.
Dedicar más tiempo a la vida social. Los vínculos sociales son fundamentales. La gente feliz participa en actividades tanto formales (organizaciones, clubes) como informales (amigos, colegas de trabajo, familia extensa). Estas interacciones contribuyen a crear sentimientos de satisfacción, mantenimiento y pertenencia que se suman a la sensación general de bienestar.
Ser productivo en un trabajo satisfactorio. La felicidad se asocia a menudo con un trabajo destacado y una actividad productiva. La satisfacción de vivir parece estar vinculada a un empleo agradable.
Organizarse mejor. Alguien feliz se organiza bien, no deja asuntos para otro día, es eficaz y se planifica. Su capacidad organizativa no se manifiesta sólo en su visión cotidiana de la vida, sino también en sus proyectos a medio y largo plazo y en su sentido de la orientación vital.
Evitar el agobio. La felicidad de uno es inversamente proporcional a la cantidad de tiempo que dedica a pensamientos negativos. Así, la inquietud es enemiga de la felicidad; esto aunque la mayoría de las inquietudes no se cumplen nunca y la mayoría de las preocupaciones superan, a menudo, la capacidad de control de una persona. El equilibrio entre una planificación adecuada y una inquietud mínima, favorece un buen porcentaje de éxito en la vida y un mínimo de pensamientos desagradables y de coerción mental.
Adecuar correctamente las expectativas y las aspiraciones
: Nuestra felicidad no descansa únicamente en lo que nos ocurre, sino también en lo que anticipamos. Las expectativas, las aspiraciones y el éxito repercuten en la felicidad:

Las expectativas demasiado elevadas rara vez se cumplen y suelen generar decepción; en cambio, expectativas moderadas suelen conducir a una satisfacción mayor de la prevista.
Nuestra cultura sobreestima el protagonismo que ejerce el éxito en la felicidad. Incluso aunque el éxito parezca incidir en ella, su impacto y efecto a largo plazo es menor, cuando se compara con factores más influyentes, como la calidad de la vida familiar y social.
Se considera equivocadamente que la felicidad es resultado de una vida exitosa y, dado que el éxito se alcanza tras años de sacrificio y trabajo, la gente percibe la felicidad como algo que tuviera que remitir para más tarde, en espera de que ese éxito se cumpla. La gente feliz no cae en esa trampa cultural; no espera la oportunidad de ser feliz. Considera la felicidad como una especie de viaje, más que como un lugar al que llegar. El secreto de una vida más feliz descansa generalmente en el presente y no en un futuro incierto y continuamente pospuesto.
Alguien feliz logra lo que quiere porque quiere aquello que es capaz de lograr. Escoge objetivos a su alcance, obteniendo así logro tras logro. La gente infeliz alberga ambiciones imposibles de alcanzar y percibe su vida como una cadena de fracasos. La felicidad está asociada más a éxitos en la consecución de objetivos alcanzables, que a fracasos obtenidos por buscar imposibles.
Desarrollar un pensamiento positivo y optimista: Una mentalidad positiva y optimista es quizá el rasgo más característico de la gente feliz.
El optimismo es una interpretación positiva de los acontecimientos. Lo que determina la felicidad no es lo que se tiene, sino cómo se percibe lo que se tiene.
El optimismo es una actitud perceptiva que centra la atención de alguien. Una persona termina por lograr lo que busca. En el mundo se producen suficientes cosas buenas y suficientes malas como para permitir a cada uno concentrar sus preocupaciones sobre cada una de esas realidades. Si alguien busca cosas negativas en la vida, dispondrá de suficiente material para hacerlo, lo cual también sirve para los asuntos felices.
El optimismo es una predicción que se realiza por sí misma. Si uno trata de que algo funcione bien, su propio comportamiento aumentará la probabilidad de conseguirlo.
El optimismo es una creencia del tipo «Ocurra lo que ocurra, será para bien». La interpretación puede acabar siendo más fuerte que la realidad. Sea cual sea la circunstancia, las emociones de una persona no deben ser necesariamente dictadas por la situación. Una persona es siempre (potencialmente) libre de escoger hasta qué punto se va a sentir feliz.
Estar centrado en el presente: Las personas felices se vuelcan en el presente y parecen extraer el máximo placer de las oportunidades cotidianas. La felicidad se encuentra más fácilmente en el aquí y ahora. La gente feliz valora más sus días que la infeliz, sobre todo porque su atención no está teñida por los pesares y lamentaciones del pasado o por las incertidumbres del futuro.
Trabajar en busca de una personalidad sana: La gente feliz se encuentra mentalmente sana y más libre que la población en general de padecer cualquier padecimiento psicológico. Se ama (tiene un concepto positivo de sí mismo), se acepta (adecuándose a sus imperfecciones e insuficiencias personales), se conoce (con lo que toma decisiones adecuadas), se ayuda (tiene costumbres y capacidades de auto-suficiencia que le permiten alcanzar el éxito en la vida de un modo autónomo).
Desarrollar una personalidad atractiva: La felicidad parece ser más acentuada en quienes gozan de una vida social activa, con una personalidad atractiva, tanto en el plano cognitivo como en el plano del comportamiento.
Ser uno mismo: Las personas felices tienden a seguir siendo ellas mismas. Términos como natural, espontáneo, auténtico, sincero, honrado, expresivo, franco, leal, abierto, tienen que ver con este hecho. La autenticidad es particularmente importante en el amor y la amistad: Cuando alguien se expresa honradamente, las cosas suelen funcionar más a menudo a su favor que en el caso contrario. Para encontrar gente que pueda amarnos tal como somos, tendremos que presentarnos tal como somos desde el primer momento. Además, los lazos de la pareja y de la familia parecen ser la fuente de felicidad más importante, independientemente de la renta o el nivel social.
Reflexionar sobre la felicidad: La gente más feliz atribuye mayor importancia a la felicidad, de lo que lo hacen otras personas. Además, parece haber reflexionado mucho sobre el tema, tiene una intuición penetrante sobre las fuentes fundamentales de la felicidad, una mayor sensibilidad para con las emociones felices y una mejor apreciación de éstas en su vida. El logro de felicidad puede estar estrechamente ligado a la importancia del deseo de ser feliz y al valor que cada cual le atribuye. En este sentido, es un objetivo posible, nada diferente de otros objetivos que una persona pudiera plantearse. La persona que tiene más oportunidades de alcanzarla es aquélla que piensa en su objetivo y que lo ha analizado exhaustivamente, aquélla que realiza mayores esfuerzos y aquélla, sobre todo, que posee una información acertada sobre el modo de lograrlo.

 
ir arriba